Capítulo 8

2.2K 136 13
                                    


―Y yo solo te amo a ti, Yuzu.

Allí estaba en mis brazos, diciéndome aquella frase. Una frase pronunciada en unos pocos segundos; en comparación, Mei había tardado años en llegar hasta el punto de poder decírmelo. Cuando lo escuche no pude reaccionar, se me paró el mundo.

Sentí como si estando con Mei, solas las dos, se creara un universo a nuestro alrededor. O quizás nosotras éramos el mismo universo. Sentía que en momentos como ese no existía nada ni nadie más. O quizás aquello solo era un deseo profundo de poder desaparecer con ella en algun lugar donde nadie nos pudiera juzgar ni impedir nada.

Yo amo a Mei tanto que ni siquiera he pensado en lo que estábamos haciendo en ese momento. Estaba absorta, olvidando que ella seguía siendo una mujer casada.

Una mujer casada.

Olvidaba que teníamos una cena pendiente todos juntos.

―Yo también te amo Mei. ―le decía sin aliento, con el corazón latiendo haciendo que mi pecho ardiera―. Te quiero tanto que... No sé que haré. No sé que haré el día de la cena. Sé que quieres esperar pero... Todo esto me está confundiendo mucho.

Todo eso lo decía abrazándola sin dejarla ir ni un segundo. Quería que mis brazos pudieran asegurarse de que Mei estaba ahí, ya que mi mente no acababa de estar convencida. Mi corazón estaba buscando la confirmación, la confirmación de que aquellas palabras eran verdad.

La mirada de Mei era tan compleja. Creía que veía en ella compasión, entendimiento, angustia, deseo, cansancio. Me miraba y parecía pedir perdón.

―Lo siento... No quiero que te sientas así ―me respondió, acaricíandome la cara con la punta de sus dedos, sus labios se querían acercar lentamente a los míos otra vez, pero su movimiento era tan lento que parecía haberse paralizado milímetros antes de llegar a su meta.

Puse dos dedos encima de esos labios delicados, cuyos besos aún no habían sido suficientes para saciarme. La había deseado durante demasiado tiempo. Pero aquella situación no era lo que yo quería. Además, no estaba bien. No es correcto.

―No está bien lo que estamos haciendo...

Su mirada empezó a parecerse a la que me puso aquella fatídica noche de navidad. Lejanía. Pero antes de que se acabara de alejar del todo le quería hablar, para no cometer el mismo error de aquella vez.

―No es porque seamos dos mujeres, o porque seamos hermanas. ―Mei me miraba atentamente mientras le empezaba a explicar ―. Es porque...

―Estoy casada... ―decía con una voz que entendía su propia culpabilidad.

―Mei. ¿Puedo pedirte algo? ―le dije muy seria, buscando su mirada y manteniendo el contacto visual de una manera firme.

―Sí, claro... ―decía, y yo sentía como su cuerpo se alejaba de mí.

―Quiero que me vuelvas a decir esas palabras cuando todo se haya solucionado. Cuando no nos tengamos que sentir culpables por lo que estamos haciendo.

Lo había dicho que ella también se sentía culpable. Aunque no lo sabía de manera segura.

―No quiero que llores... ―dije con un hilo de voz, viendo como sus lágrimas empezaban a formarse en los extremos de sus párpados.

Ella escondió su cabeza debajo de mi barbilla y me agarró con ambas manos muy fuerte mi camiseta, atrayéndome hacia ella con fuerza.

―¡Pero yo..! ―decía, frenándose ella misma―. ¡Yo quiero estar contigo!

Grandes EsperanzasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora