Capítulo 7: Un ojo morado para nada doloroso.

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**Dave**

Lena me había propuesto aprender a patinar, y ¿por qué no? Realmente no podía concentrarme a la hora de pintar, por lo que realizar un deporte quizás calmaría un poco mis nervios y me traería la concentración necesaria para volver a retomar el ritmo para la competencia de arte, que así como iba terminaría de seguro perdiendo, sin siquiera tener oportunidad de pasar a la semifinal. 

Así que después de clases acompañaba a Lena hasta el roller, me colocaba los patines que gentilmente me había conseguido e iba a la pista con ella a aprender a patinar. Realmente no era algo fácil, y durante los primeros días realmente mi cuerpo dolía como los mil demonios, pero la reina de hielo se pasaba un buen rato riéndose a mi costa y yo realmente me desestresaba de los gritos de la maestra de arte.

Y el más contento con que yo volviese a estar interesado en los deportes y no solo en la pintura fue mi tío quien se ofreció a costearme tiempo en gimnasio. ¿Quién lo diría? Por otro lado, gracias a que mi cuerpo aún recordaba entrenamientos pasados, había logrado avanzar bastante rápido sorprendiendo a Lena. 

Tras una semana, en que me había acercado bastante a la chica, y que esta no me había golpeado, salimos del roller para tomar el autobús. 

Por desgracia, la racha de buena suerte se me había terminado... Lo primero fue el bus lleno, lo que claramente colocaría de los nervios a Lena, segundo la lluvia, esto afectaría directamente al pavimento y al bus, por lo que los frenazos tenían una alta probabilidad de ocurrir. Ya pueden imaginar que ocurrió, el autobús freno, y para impedir que Lena se cayera instintivamente la sujete de la cintura, y luego recibí un fuerte golpe en el rostro que con mucha suerte no me noqueo.

—Lo siento, lo siento...

—No te preocupes. Ya es hora que nos bajemos.

Toque el timbre, y en la siguiente parada nos bajamos. Me despedí de la chica tomando la suficiente distancia, así que cuando ya me encontraba bastante lejos decidí tocar mi rostro. Realmente me dolía.

Como ya había dicho, mi racha de buena suerte técnicamente había llegado a su fin, y eso fue ratificado al llegar a la puerta de la residencia y encontrarme con un paquete de mi madre. Claramente el día de hoy nada se había puesto a mi favor.

Al entrar a la residencia e ir a la cocina por algo de comer, termine por toparme con la casera que pego un gritó que de seguro se escuchó en toda la cuadra a la redonda. Cuando logre que la mujer entrara en razón esta fue directamente hasta el refrigerador trayéndome una compresa con hielo, para que me lo colocara en la cara. Le di las gracias y subí hasta mi dormitorio, donde Oliver se quedó con la boca abierta.

—No me digas que te metiste a una riña sin mi.—dijo el chico dejando su libro a un costado, para observar de mejor forma mi rostro.  

—¿Esta muy hinchado?

—Velo por ti mismo...

Decidí hacerle caso a Oliver y entre en el baño, solo para ver mi reflejo en el espejo, llevándome una gran sorpresa. Me veía horrible, mi cabello negro estaba todo despeinado, y mi piel mucho más pálida de lo normal, pero eso no era lo peor... mi ojo izquierdo estaba tornándose de un feo color morado sin contar que mi pómulo izquierdo se estaba hinchando desfigurando un poco mi rostro.

Salí del baño colocándome de forma automática la compresa de hielo que me había entregado la casera, para luego bajar hasta la cocina y sacar del botiquín un anti inflamatorio. No tenía intención alguna de presentarme a las clases del día siguiente con el rostro completamente deforme.

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