Lena odiaba ese día, per lejos de ser una asocial o aguafiestas, era porque simplemente se le hacía peligroso salir con gente vestida así cuando cualquier maniático podía atacarles sin miramientos.
Ésto porqué años atrás, un tipo con una máscara de Michael Miyers intentaria asaltar a su madre cuando la llevaba a pedir dulces, estuvo hospitalizada dos semanas en estado de gravedad por los severos golpes que había recibido por proteger a su pequeña.
Debido a eso, Lena se sintió terriblemente culpable y paso de ser su fecha favorita a una fecha que odiaria por siempre, nunca más volvió a salir en noche de Halloween.
Ese día se encontraba sola en su casa, sus padres habían insistido a que las vacaciones las pasarán en casa de sus abuelos, pero ella al final no había querido ir y su hermano había ido a casa de su novia. Él le había rogado que fuesen juntos, pero ella se negó en repetidas ocasiones. Realmente no le llamaba la atención, pero aquí estaba, sentada mirando la televisión, las películas eran todas terroríficas; así que la apagó y se decidió por su libro favorito, Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. Eso le sumergiría la mente en Pemberley y no en esa noche que tan malos recuerdos le traía.
Tenía los dulces que había ido a comprar ella y su hermano el día anterior para regalar a los niños. Ya veía a varios por las calles con sus disfraces, algunos en montoncitos, otros acompañados de sus padres y entonces se preguntaba ¿Que no veían las noticias? ¿Tantos locos sueltos? Bien podían ser asesinos seriales y vagar por las calles sin necesidad de esconderse.
Bien, si, estaba siendo un poco exagerada, pero simplemente se sentía incomoda por tener que pasar sola esa noche. De pronto un ruido en el sótano le puso los nervios de punta, parecía que Antonio había dejado la lavadora encendida, él sabía cómo detestaba ese traqueteo y aún así se atrevió a dejarla sola con ella encendida. —«lo odió»— pensó para sus adentros, mientras bajaba las escaleras para apagarla. Presionó interruptor para encender el foco, pero éste no prendio. —¡Joder Antonio! ¿hasta el foco quitaste? —grito Lena realmente molesta,
se fue a la cocina por una linterna, el sonido de la lavadora se escuchaba en toda la parte de abajo de la casa, parecía que se estuviera deshaciendo y al mismo tiempo, burlándose de ella. Tenía los nervios de punta.Lena cogió la lámpara que su mamá guardaba en un cajón de la cocina para emergencias y comenzó a bajar las escaleras del sótano nuevamente. Iluminaba hacía donde podía, sentía terror de bajar sola, pero se decía para sí misma que era una cobarde pues estaba en su propia casa, ¿Como carajo le temeria a algo en su casa?
Ilumino la lavadora que estaba encendida moviéndose como loca, ese sonido le hacía tener calosfrios, se acercó y presionó el botón de apagado, al abrir la tapa se percató de que no tenía nada, sintió un coraje terrible hacia su hermano, ¿como se atrevía a dejarla así? Comenzó a caminar para subir a la primera planta cuando la lavadora comenzó nuevamente a traquetear, Lena se giró rápidamente hacia ese objeto endemoniado. Se acercó nuevamente a apagarlo pero está vez lo desconecto también y de inmediato se echó a correr escaleras arriba, al salir cerró de un portazo y se fue hacia la sala. Iba por su celular para llamar a Antonio pero de pronto el timbre de la puerta principal comenzó a sonar, Lena se asomó por la ventana y vio a un montón de niños parados frente a su casa, tomo la bolsa de dulces y abrió la puerta, sintiendo aún el corazón a mil por hora.
—¡Dulce o truco! —gritaron los niños con máscaras o personificando a algún mounstro de la tv. Lena puso dulces en cada contenedor de los niños y les despidió.
Cerro nuevamente la puerta y al entrar se percató que otra vez la lavadora había comenzado a trabajar, los ojos se le llenaron de lágrimas y la piel se le erizo, sabía que no estaba sola en la casa, pero ella había visto salir a Antonio apenas hacia media hora, de inmediato agarró su celular y comenzó a llamarle con las lágrimas callendo a cada lado de su rostro. Si ésta era una de sus bromas, se había pasado de la raya, le diría a sus padres para que le reprendieran por asustarla así. Se arrepentía terriblemente de no haberlos acompañado a casa de sus abuelos.Un timbre.
Dos.
Tres.
Antonio no respondía y ella cada vez estaba más asustada, las lágrimas seguían cayendo de manera involuntaria por sus mejillas. De pronto el sonido de la lavadora dejo de escucharse, pero fuertes pisadas subiendo le reemplazaron. Lena estaba muerta de miedo, las manos le sudaban, parecía que se ahogaría pues se le estaba dificultando el respirar, sus latidos eran acelerados y no podía quitar la vista de la puerta del sótano.
—¿Bueno? ¿Lena? —decía Antonio del otro lado de la línea, pero Lena estaba petrificada, no podía moverse no podía siquiera levantar el teléfono a su oído para responderle a su hermano.
Como en cualquier película de terror, la puerta del sótano se abrió lentamente, haciendo un rechinido que aterraría hasta a el más valiente de los hombres. Lena trago un nudo que se había formado en su garganta, las lágrimas corrían por su rostro, un escalofrío recorrió toda su espina dorsal, estaba esperando que "algo" saliera desde allí abajo, le era imposible dejar de mirar o si quiera mover un solo músculo, estaba petrificada.
—¿¡Lena?! si no me respondes voy a colgar, ¿que sucede? —Antonio sabía que a Lena le aterraban estás fechas ese era el porque de no querer dejarla sola, pero su novia les había invitado a la fiesta de noche de brujas que éste año daría en su casa y no había podido negarse. Le había rogado a su hermana le acompañase para no dejarla sola, pero ella se había negado rotundamente. De pronto escucho un grito aterrador: era su hermana.
—¡Lena! ¡¿Lena, que diablos sucede?! ¡contestame por favor! —Decía António sumamente preocupado, un solo grito, uno desgarrador capaz de helar la sangre de cualquiera. Eso fue todo lo que necesitó para correr a su auto y he ir en el auxilio de su hermana.
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Relatos para no dormir (Finalizada)
KorkuNo volverás a ver tu alrededor de la misma manera. Y mucho menos a los demás.