He tomado el bote de pastillas de la cajonera, mi dolor de cabeza aumentaba y necesitaba pararlo, pero no sólo en ese momento, sino, para siempre. Diez de ellas fueron ingeridas por mí sin algún líquido. Me dirigí al baño con un cuchillo en la mano, me encerré, mi rostro se humedeció, brotaba un espesor carmesí de mi piel. Era yo, las personas que me rodeaban, me asfixiaba con mis adoloridas manos hasta que el dolor de cabeza, desapareció por completo.
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Pensamientos de un adolescente
RandomPensamientos de un adolescente cualquiera. La vida trastornada de un adolescente.