Capítulo 2

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Mina se ató el cabello y miró a la yegua blanca llamada como ella, el animal resopló y retrocedió con lentitud al ver sus orejas inclinadas hacia atrás y el zarandeo de su larga cola.

—Muy bien tocaya —dijo— ya dejamos claro que no te caigo bien, pero tienes doce años y necesito ver como están tus bebés.

El dialogo no parecía funcionar con el animal, ya que su resoplido fue de advertencia más que de "acércate, no muerdo". A ella ya la había mordido un caballo, no era lindo, pero, ciertamente, prefería una mordida antes que una cos le diera en alguna parte del cuerpo.

Dave se le acercó con un vaso térmico en el que siempre tenía café dulce y la miró apoyado en los rediles.

—Tienes que hablar equinés para que ella te entienda, Mina —se burló al verla tan nerviosa. Ella solo sonrió a medias y esa tensión no hacía sino entorpecer el trato que tenía con el animal.

—Hasta ahora solo he hablado con burros como tú —dijo la otra levantando las cejas y cruzándose de brazos sin apartar la mirada de la yegua.

—¿Burro? —dijo el otro, asombrado—. Debo admitir que me halaga que me comparen con uno... digo por su...

—Cállate Dave. Debemos sedarla, es una mamá de doce años y tendrá un parto múltiple, por la inclinación del vientre uno de los potrillos está atravesado. Quiero ver que tan grave es.

Lo cual muchas veces indicaba que solamente uno sobreviviría o ninguno, incluyendo a la madre y no estaba dispuesta a perder a nadie en ese parto. Pensar en eso le rompía el corazón. No quería perder a los tres, aunque esa yegua se llamara como ella y la odiara cada vez que se le acercara.

—Hay a buscar el sedante para que se quede tranquila y llamar a Apolo —un joven que se encargaba de los caballos del rancho de Mateo— él se acercará a la yegua; es susurrador de caballos la ayudará a relajarse y tu podrás hacer mejor tu trabajo.

Mina se secó el sudor. Eran mediados de septiembre, pero seguía haciendo calor, el verano se negaba a acabar y el sol estaba más brillante que nunca.

Gregorio se bajó de la camioneta y miró a la joven que tenía una yegua blanca amarrada a un palenque de uno de los rediles, su mirada estaba llena de preocupación y no se acercaba al animal ya que este lanzaba señales de advertencia por si alguien cruzaba la línea permitida.

—¿Qué pasa? —preguntó al llegar, Mina se tensó y bajó la mirada con evidente nerviosismo, entonces Dave contestó por ella.

—Es una yegua de doce años. Está preñada y uno de los pequeños, al parecer, está atravesado. Queremos hacerle una ecografía, pero el animal no quiere cooperar. Mina yo me encargo de esto, tienes que volver al hospital en treinta minutos —le recordó.

La joven se fue sin despedirse. Gregorio frunció el ceño y sintió una molestia en el pecho ¿Tan mal la había tratado en su momento para que prácticamente huyera de él? No le agradaba que fuera así. La sensación era tristemente aplastante.

—Necesitamos que el animal se calme y... —David Ponce observó que el veterinario miraba hacia el lugar por donde Mina casi que había huido—. No se preocupe por ella, señor Hurtman, usted ya no es tan importante para hacerle daño.

Gregorio lo miró. Le molestaba que ese... tipo mencionara su pasado, pero se lo calló.

—La yegua es una preocupación para ella, porque pertenece a una amiga que está haciendo equino terapia por un trastorno que le dejó un accidente cerebro vascular y no quiere perderla. Las cosas cambian cuando intervienen los sentimientos.

Gregorio se acercó al caballo y este se dejó tocar por el médico. Era obvio que ella sentía la preocupación de la joven y eso no mejoraba su manejo con el animal y por consiguiente las ponía en riesgo a ambas.

Perdonar por amor #1 "Por ti vida"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora