Hacía ya varios días que llovía en Gold River, el rio estaba crecido y habían dado algunas alertas para los que vivían cerca no pierdan ningún animal por las crecidas. El doctor Robert Richardson se enderezó en su silla mientras la lluvia seguía arreciando fuera, se estaba tomando unos días liberándose un poco del trabajo del hospital mientras que sus hijos realizaban un viaje afuera del país.
Se sentía solo sin ellos en la casa, sin sus típicas peleas por la mañana mientras hacían café y huevos, sin sus típicos insultos mientras se sentaban a la mesa y sin ella...
Todavía recordaba cómo eran las mañanas cuando Mina estaba aún con ellos, ella se levantaba, siempre olía a bebé, su cabello siempre estaba bien peinado y su ropa arreglada, como una señorita debía verse para ir a la escuela. Siempre ayudaba a sus hermanitos a desayunar, siempre tenía listos sus vasos de jugo de naranja y su cereal con leche, ya que a los útiles escolares los acomodaba el día anterior, aun cuando su madre estaba en la casa.
—¿Qué pasa mi amor? —preguntó Matilda mientras se aferraba a él por detrás. El suspiró. Pasaba de todo, en su vida pasaba de todo.
—Sólo cansancio —suspiró—. Necesitaba esta licencia para apartarme del hospital por un tiempo —dijo al mismo tiempo que tomaba sus manos y las besaba—. Todos estos años han pasado muy rápido en este pueblo.
—Todos han cambiado mucho. Es verdad.
Se miraron por uno segundos meditando las razones que habían hecho que se separasen años atrás. Tantas mala decisiones, tantos errores. Muchas personas habían salido lastimadas, personas nocentes.
—Necesito hablar con Mina —dijo Matilda en apenas un susurro.
—Ya sabes que no dejará que nos acerquemos a ella —espetó Robert con el corazón roto—. Yo mismo la lleve esa noche a la casa de tus padres y no volví por ella nunca más, ni siquiera la vi cuando les cedí la custodia a ellos.
Matilda se separó de Robert y caminó hasta la ventana, la abrió y salió al porche. Se sentía devastada porque habían pasado muchas cosas, muchos años y eso sólo había servido para alejarla de su única hija.
—Nunca nos perdonará —murmuró con la voz rota y el corazón hecho pedazos—. Es mi única hija y la he perdido para siempre por una simple aventura.
Robert le secó las lágrimas y le acarició las manos con amor, con el amor que nunca había podido demostrarle a su esposa.
—Si perdonó a Gregorio Hurtman después de cómo la trató, estoy seguro de que nos perdonará a nosotros también. Es una chica con un gran corazón y sabe perdonar.
—No se compara, soy su madre y la abandoné, nunca estuve con ella cuando me necesitaba, cuando se graduó de la escuela secundaria, cuando construyó la fundación con Mateo Hurtman, cuando se graduó de la facultad ¿A dónde estaba yo cuando se abrió el hospital de mascotas? Estaba con el maldito de Philiph Castell que lo único que hizo fue alejarme de Miranda y yo como una idiota lo seguí.
—Yo tampoco estuve muy presente en su vida, pero te prometo por la mía que vamos a acercarnos a ella y que lograremos su perdón aunque ya nunca podremos ser una familia completa.
Matilda se secó las lágrimas, pero ¿realmente se merecían el perdón de su hija? Mientras le lluvia seguía golpeando al pueblo, la noche caía densa en un manto de agua, Robert abrazó a su nuevamente esposa y le besó la mejilla húmeda. Haría todo lo posible para que ella los perdonara, necesitaba a su única hija y a penas la conocía.
Mina se ató el cabello mientras se sentaba frente a la chimenea de Gregorio en la improvisada cama, la sala estaba cálida, pero ella lo estaba también, porque al calor se lo brindaba Gregorio. El llegó minutos después cargando una bandeja con dos platos de pasta y salsa roja.
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Perdonar por amor #1 "Por ti vida"
RomanceHistoria registrada bajo los derechos de autor. Han pasado dos años desde que Gregorio se fue a vivir a Sudáfrica, pero luego de un divorcio que casi le cuesta sus negocios familiares regresa a su ciudad natal para estar junto a los suyos. Mina ha p...