Capítulo 25

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Mina se sentó en el lado opuesto de la sala de la casa de Gregorio, se abrazó a si misma mientras meditaba sobre lo que le había dicho este ¿recuperar la relación con sus papás? Aquel era un paso muy importante, algo para lo que aún no se sentía del todo lista, había sido mucho dolor, egoísmo y abandono. Sabía que había personas que la habían pasado peor que ella.

—Entonces quieren volver y hacer como que nunca pasó nada. Como que estuvieron de viaje por largo tiempo... —dijo al día siguiente luego de volver a tocar el tema y tener un repentino ataque de llanto, lo cual quería decir que no estaba tan segura de la reunión. Obviamente al tema aún no lo había superado.

—Las cosas no son así, Mina.

—¿Y cómo son? Dime, porque hasta donde yo recuerdo fue mi madre que se fue de la casa "por mi culpa" y fue mi padre quien me dejó con mis abuelos ¿Por qué? ¿Por qué me hicieron eso?

Ahora que iba a ser madre, Miranda comprendía muchas más cosas que nunca se le hubieran pasado por la cabeza, como abandonar al bebé que llevaba dentro, por ninguna circunstancia lo haría, pero al mismo tiempo... al mismo tiempo deseaba que su bebé tuviera lo que ella había tenido de pequeña.

Abuelos.

Esos seres que te llenaban de mimos, de caprichos, de amor.

El amor de los abuelos era más fuerte que de los padres, era más leal, porque muchas personas podían traicionarte, pero un abuelo jamás lo haría.

—Sé que estás pensando en ellos, en tus abuelos y que quieres que nuestro bebé tenga esa infancia rodeada del amor sus abuelos como tú tuviste la tuya...

Las manos de Mina se aferraron a un pequeño almohadón.

—Sé que no es justo, mi amor. He sido testigo de tu dolor y ahora mismo lo soy. Pero ellos quieren una oportunidad para explicarte qué pasó.

Se puso de rodillas frente a ella y le tomó el rostro entre sus manos para besarle delicadamente los parpados. En el tiempo que había pasado había aprendido a amarla de una forma que desconocía, la amaba demasiado y más amaba a esa vida que crecía en su cuerpo, una vida que habían creado entre los dos, una noche en la que el amor había sobrepasado todas las barreras y superado el pasado que tanto los había marcado. Si ella lo había perdonado ¿Por qué no a sus papás?

—Es muy difícil estar en esta situación —dijo empáticamente— pero si me perdonaste a mi ¿qué cambia con ellos Mina?

—¿Qué son mis papás? ¿Qué se supone que no debían abandonarme? ¿Qué los necesité mucho y no estaban? Cambian muchas cosas Gregorio, pero quiero que mi hijo tenga todo lo que yo no tuve, incluso más —suspiró—. Estoy dispuesta a reunirme con ellos, pero no esperes gran cosa, estoy muy segura de que todo volverá a ser como siempre en poco tiempo.

Se puso de pie y se secó los ojos con las manos muy temblorosas.

—No será como siempre Mina —profetizó su futuro marido— no lo será porque yo no permitiré que vuelvan a lastimarte. Le hice prometer a tu padre que si volvían sería para siempre.

—Las promesas se rompen con facilidad.

—No cuando lo que está en juego es tu felicidad. Tú eres lo qué más me importa y créeme que si no estuviera seguro de esto ni siquiera lo intentaría o te ayudaría a tomar esta decisión.

Ella se abrazó a sí misma.

—Yo también estuve mal en muchas cosas y te he hecho infeliz muchas veces, pero quiero aprender a hacerte feliz, quiero que tus padres vean el gran error que han cometido y reparen todo lo que han roto. Quiero que tengas el cariño de tus padres para que seas feliz y quiero que mi hijo tenga a todos sus abuelos que lo amen y que lo mimen.

—Contigo soy feliz...

—Pero no estás completa.

Se acercó a ella y la envolvió en sus brazos y luego le secó las lágrimas con besos. Su cuerpo que antes estaba tenso comenzó a relajarse y terminó por apoyarse en el hombro de su amor. Le dolía el cuerpo y un lugar muy cercado al alma, nadie podía reparar los daños, ambos lo sabían de sobra, pero podían intentar reparar y disminuir el dolor, su corazón necesitaba esa tranquilidad y quizá tardarían años hasta volver a confiar plenamente en ellos, pero comenzaría con un pacito pequeño y ese pasó sería verlos, a ambos

Fue dos semanas después que Mina fue capaz de subirse al auto e ir junto a Gregorio hasta el rancho de sus padres, los vio en la sala alta de la casa frente al enorme ventanal, estaban elegantemente vestidos, tal como siempre estuvieron, ella miró la mano de Gregorio aferrarse a la suya.

—Estoy muy orgulloso de ti, amor —dijo acariciándole la mejilla.

—Yo estoy agradecida a que estés a mi lado en esto, si no fuera por ti yo... no sé qué haría.

—Lo correcto, porque es como eres.

—¿De verdad?

—Siempre lo fuiste. Dulce, respetuosa, correcta, pero dolorosamente solitaria. Lo que más recuerdo de ti fue ese día que le ofreciste media boda a Thalía... catering, diseñador. Ahora que ya sé porque no fuiste a la boda... me duele en el alma no haber sido ese hombre que te protegiera en esas horas de dolor.

—No era nuestro turno, Gregorio —le dijo con sabiduría, ya se lo había dicho antes y ambos lo sabían, pero Greg no podía superar el dolor que le producía recordar aquel triste tiempo.

—Ojala no hubiera sido tan sínico... ojalá hubiera admitido que me moría de amor por ti y te hubiera robado a besos esa tristeza que cargabas sola —dijo besándola y secando alguna de sus lagrimas—. Me moriría si algo así te pasara de nuevo.

—Ahora estás aquí. Ya nada va a pasarme.

Bajaron del auto y recorriendo de la mano, siempre de la mano, el camino de grava hasta la entrada principal. Todo sucedía como siempre, una empleada le abrió la puerta principal mientras los anfitriones, inmutables, esperaban junto al ventanal, todo seguía igual que cuando era una niña. La alfombra, los sillones haciendo juego con el aspecto austero pero sofisticado de la sala, todo plagado de retratos, de todos, pero de ninguno, es decir que no había fotos familiares o fotos de los hermanos juntos. Lo que más la sorprendió fueron las fotos de ella misma que había, fotos actuales, sonriendo.

—Sales preciosa, hija —dijo su padre, rompiendo el tenso silencio—. Te veías tan feliz que no pude evitar tomarte una foto.

—Pero... —se le hizo un nudo en la garganta.

—No tenía fotos de ti y me pregunté ¿Qué clase de padre no tiene fotos de su hija? del pequeño ser humano que me hizo... pero me di cuenta de que todo lo que eres no es gracias a mi.

Mina tragó saliva al ver los ojos llorosos de su padre, que, titubeante, dio un paso hacia adelante. Parecía tan nervioso y expectante como ella.

Se aferró la mano de Gregorio buscando en él algo de seguridad.

—La noche en la que te abandoné me sentí miserable, hija, me sentí cruel ¿Qué clase de ser humano hace aquello? Pero sabía que si te quedabas conmigo todo iba a salir mal, ibas a convertirte en otro tipo de mujer.

—Sabemos que no hay excusa sobre nuestro comportamiento —siguió su madre con el alma en vilo— que tampoco merecemos tu perdón, pero queremos intentarlo... porque tu lo mereces.

Mina se mordió el labio inferior ante los ojos llorosos de sus padres. Nada podía borrar lo que había pasado, pero tal vez podían corregirse muchos errores y conocerse algún motivos, porque en toda historia había tres verdades y ella quería conocer la verdadera historia. Estaba dispuesta a perdonarlos, sólo si ellos demostraban que valía la pena hacerlo.

Entonces con un asentimiento de cabeza algo nuevo comenzó, tan solo esperaba que nada de lo que estaba haciendo fuera en vano.

Perdonar por amor #1 "Por ti vida"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora