Capítulo 24

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Gregorio abrió la puerta con Mina en brazos y la cerró con la pierna mientras ella se reía a carcajadas. La depositó suavemente en el suelo mientras que la luz de un suave atardecer iluminaba la sala acristalada, el suave aroma a las flores inundó sus fosas nasales y al girar vio algo que jamás esperó ver.

En el centro de la sala estaba todo dispuesto de la misma manera en la que estaba cuando durmieron juntos por primera vez, la cálida chimenea encendida ya que a pesar de ser primavera refrescaba por las noches, una mesa para dos con sus preciosas velas encendidas. Estaba todo realmente precioso, se quedó pasmada mirando todo a su alrededor hasta que al girarse vio a Gregorio plantado sobre su rodilla derecha.

—¡Ay por Dios! —dijo, llevándose las manos a la boca, no podía creer que estuviera arrodillado a sus pies—. Greg...

—Dios jamás pensé que estaría así en mi vida —suspiró sin saber que decir, porque era la primera vez que se arrodillaba ante una mujer.

—Gregorio...

—Miranda Richardson, hace mucho tiempo que quiero hacerte esta pregunta y no sé cómo empezar ni por donde. Sólo sé que te amo como jamás había amado a alguien en mi vida y cada día me arrepiento de los años en los que no te trate como te merecías, aun sabiendo que tenías sentimientos por mí.

Se aclaró la garganta. Recordar los años que había perdido lejos de ella le producía un dolor que no podía expresar con palabras, todo ese tiempo que perdió lejos de ella mientras estaba al lado de una mujer que no merecía...

—Sé que no merezco tu amor, porque he hecho que lloraras muchas veces, porque no estuve cuando más me necesitabas y aun sabiendo todo eso quiero continuar, quiero seguir a tu lado para hacer que sonrías, para despertar todos los días a tu lado y amarte, amarte y solo amarte, pero todo eso solo funcionaría con un si.

Mina se arrodilló para estar a la altura de sus ojos y lo miró. Estaban brillantes, por ella, jamás había visto en esos ojos la cantidad de sentimientos que podía ver ahora, algo que la dejó sin palabras y... ¿cómo decirle que no, si lo amaba más que a ella misma? Iban a tener un hijo y ella misma sabía que no iba a ser el único, porque quería muchos hijos con él, quería una casa llena de niños, un perro un gato y tal vez gallinas y vacas...

—Acepto ser tu esposa, porque te amo y no quiero que pienses que no mereces mi amor, piensa que quizás en esa época no podíamos estar juntos, simplemente piensa eso, quizá necesitábamos crecer y aprender.

El sonrió y la besó.

—Te amo tanto amor, que a veces cuando te miro dormir a mi lado no puedo creer que quepa tanto, amor en mi cuerpo y que todavía tenga espacio para más amor —dijo tocando su vientre— Vamos a tener una familia enorme. Vamos a tener muchos hijos, un rancho, animales, conozco a un ranchero que me ofreció algunas vacas y tengo un toro Santa Gertrudis... podríamos criar...

—Me gustan mucho los toros, son bellos y nobles.

—Vamos a poder compaginar tu maternidad con el trabajo, pero nada de animales grandes para ti, solo perritos y gatitos chiquitos.

Ella sonrio y le acarició la mejilla. Por él y su amor haría todo lo que le pidiera.

—Te amo más que a nada en el mundo, Greg.

Cerca del mediodía el insistente sonido del celular la despertó, en la mesa de noche vio un vaso de jugo de naranja y unas tostadas saladas junto a una nota.

Buenos días mi bella casi esposa, bebe despacio esto así no tienes nauseas durante la mañana. Te amo.

El celular volvió a sonar y vio que se trataba de un número privado, suspiró y se aclaró la garganta para no parecer tan adormilada.

Perdonar por amor #1 "Por ti vida"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora