Introducción

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         Revisé el bolso que tenía sobre las piernas por séptima vez; tenía todo lo que necesitaba, ropa, medias, zapatos, jabón, desodorante y mi celular, lo único que no veía era el cargador. 

                     ¡Maldita sea! Maldita seas. 

          Refunfuñé todas las groserías que tenía para mi misma y cerré el bolso con rabia, observando de reojo como el señor que estaba sentado a mi lado negaba con la cabeza levemente. Vi la hora de mi reloj, que marcaba las 11:45pm, lo que significaba que ya habían pasado 30 minutos desde que salí de casa; no podía devolverme a estas alturas por un simple cargador, compraría uno cuando llegara a quién sabe dónde.

                    Joder, ¿Realmente no podías pensar esto bien? Tantas medallas de mejor alumna y ni un pinche plan calculas bien. 

           Me restregué los ojos con las manos y conté hasta 10, tratando de calmar las voces provenientes de mi cabeza; al lograrlo, me recosté de la ventana, deseando que llegáramos rápido a la estación de trenes. 

            A decir verdad, estaba segura de que mis padres no notarían mi ausencia hasta la mañana, y sabrá Dios cómo iban a reaccionar luego de darse cuenta que su alumna estrella se había ido. Aun tenían a Terry, que con tan solo cuatro años también trató de huir de "la casa de la presión" más de dos veces.

              Llegamos a la estación de trenes y me bajé rápidamente, entrando ante el frío de la noche. La estación estaba muy solitaria, no se veían más de diez personas alrededor, por lo que no se me hizo difícil caminar tranquilamente por las instalaciones. Me acerqué a la boletería y le di mi tarjeta a la recepcionista.

- ¿Destino? - preguntó secamente mientras masticaba goma de mascar.

- El más lejano - dije improvisadamente, mientras la recepcionista me miraba con curiosidad.

                   A los minutos me entrego mi boleto junto con mi tarjeta, y me senté a esperar el próximo tren. Esta iba a ser la primera vez que iba a viajar sola en tren, al igual que era la primera vez que me iba a hacer cargo de mi misma. Me peine mi cabello rubio en una coleta y me acerqué al tren que iba llegando.

                   Cuando se detuvo, le entregué el boleto al muchacho que los recibía, quien me ayudó a subir mi maleta y colocó mi bolso en la parte de arriba de mi asiento; supuse que lo hizo porque en el vagón no había más nadie, y porque de seguro vio en mi cara que ni siquiera sabía a donde iba. 

                   El vagón estaba conformado por filas de dos asientos en la parte izquierda y derecha del tren, quedando unos al frente de otros, y con una mesa de madera oscura de por medio. Me senté en la que estaba más cerca de la puerta, ya que era ahí donde el muchacho había colocado mi bolso, y me acomodé con mi maleta justo al lado de la ventana.

                    Recosté mi cabeza de la ventana y cerré lo ojos, esperando a que avanzara el tren para poder dormir en paz y silencio.

- Disculpa, ¿Está ocupado? - preguntó una voz, haciéndome sobre saltar de el asiento.

- No..., puedes sentarte - dije tratando de actuar normal y de estabilizarme.

- No quise asustarte - dijo ella riendo, mientras acomodaba su equipaje en los compartimientos de arriba.

- No, no me asustaste... solo creí que estaba sola - dije y ella se sentó al frente de mí con una revista entre las manos. 

               Era una mujer muy atractiva, con el cabello castaño claro en ondas y los ojos de un verde claro, tenía tacones negro de aguja y un vestido negro ceñido al cuerpo, que sin duda mi madre habría considerado inapropiado. 

- Soy Margareth, Margareth Piers - dijo ella sonriente tendiéndome la mano

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- Soy Margareth, Margareth Piers - dijo ella sonriente tendiéndome la mano.

- Teressa Collins - dije estrechándosela suavemente - Un gusto.

- El gusto es mío - dijo Margareth dejando la revista sobre la mesa - ¿Primera vez que viajas en tren?

- ¿Tanto se me nota? - pregunté con vergüenza mientras ella se reía.

- Algo - dijo ella mientras colocaba ambos codos sobre la mesa y me miraba fijamente - ¿Cuántos años tienes?

- 16 - dije moviéndome en mi asiento incómoda.

- ¿Y viniste sola? - preguntó Margareth con curiosidad.

- Si, algo así.

- Supongo que tienes familia que te esperará al llegar - dijo Margareth ojeando la revista.

- No, voy por mi cuenta. Planeo conseguir un trabajo y alquilar una residencia a buen precio - dije tranquilamente mientras Margareth me veía fijamente.

- ¿Y no piensas seguir estudiando?

- No está entre mis planes prioritarios.

- Teressa, no quiero desanimarte ni nada por el estilo, pero al sitio donde vas no es buen lugar para iniciar una nueva vida - dijo Margareth comprensivamente - Sé como son las cosas allá, vivo ahí; pero a las jovencitas como tu no les espera un buen futuro allí.

- ¿Qué quieres decir? - pregunté confundida. Margareth era tan solo una extraña, pero algo me decía que podía confiar en ella.

- La sociedad adolescente está muy dañada, si te metes en sitios que no conoces podrías terminar vendiendo drogas o haciendo trabajos sexuales.

- ¡Wow, alto ahí! - dije sorprendida colocando ambas manos sobre la mesa - Sé que me puedo ver un poco confundida e indecisa sobre mis decisiones, pero te aseguro que no planeo ganar dinero de esa manera. Hay otras formas.

- Se limitan para una menor de edad, Teressa - dijo ella seriamente - No me parece bien que una niña como tú ande sola por ahí.

- No tienes que preocuparte por mí, Margareth; me veo pequeña pero soy más inteligente de lo que crees - dije tranquilamente recostándome de mi asiento - Tampoco soy una bebé.

- Te propongo algo - dijo Margareth mirándome fijamente - Puedes trabajar para mí, en mi casa. 

- ¿En serio? - pregunté entusiasmada. 

- Si, vivirías conmigo y me ayudarías con mi trabajo. Serías como mi asistente.

- ¿Estás segura? Es decir, puedo alquilar igual un lugar - dije mientras me sudaban las manos. 

- No, es muy peligroso allá afuera - dijo Margareth - Solo vivirás bajo mis reglas.

- No te ofendas, Margareth, pero justamente me voy de este lugar porque me exigían demasiado.

- No te pediré nada que no puedas hacer - dijo ella tranquilamente - Solo sé obediente.

- Está bien - dije aún con las manos sobre la mesa - ¿Algo más?

- Si - dijo Margareth acercando su mano a las mías - Me debes llamar "Mamá".





Mommy's momentsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora