Desde aquella pasada noche dónde Hodges perdió por completo la razón y obtuvo su Luna de Miel por adelantado, se supo ver una gran diferencia en los laboratorios.
Y eso, muchos de sus compañeros lo sabían, pero nadie comentaba nada en absoluto.David, por vergüenza, evitaba a Nick lo mayor posible: lo cuál resultó difícil porque el castaño no se daba por vencido. Nick lo seguía, de aquí para allá, de allá para acá y era gracias a Dios si se entretenía con otros casos o tareas.
Solía también tomar todos los recados para análisis de rastro, con tal de verlo.
La única y última vez que estuvieron sólos y cerca, había sido la noche anterior (aún estando en el laboratorio) dónde casi se besan; pero David se apartó y se fue del lugar.Todo estaba pasando tan rápido.
El tiempo se hacía eterno y fugaz, y ni hablar del sueño: para Hodges el sueño se estaba haciendo escaso y las preguntas sobre si todo aquello era real se hacían tan grandes y de sobremanera.
Y nadie niega que David trataba y trataba de no pensárselo demasiado (como lo venía haciendo ya varias veces hasta el punto de perder el sentido del tiempo).
Pero todo surgió con esa semana, donde el cumpleaños de su colega más querido se acercaba y no iba a desaprovechar la oportunidad para celebrarlo con los chicos; y ¿como no festejar con el mejor cerdo asado que brindaba el estado de Las Vegas?—"Pobre infeliz."— pensaba Hodges, mientras veia como "secuestraban" al cumpleañero y lo subían al auto para tomar rumbo hacía la carretera.
—¡Por favor! Les juro que no sé nada, no me hablan y mucho menos me dejan leer un expediente.— chillaba un Henry desesperado y asustado, aún con la capucha puesta en su cabeza.—"Dios, lo acaban de secuestrar y ya anda soltando información."— vuelve a pensar David para sí mismo. —En realidad, cuando te secuestran y más teniendo el tipo de trabajo que tenemos nosotros, todo lo que menos debes hacer es nombrar un expediente, porque sino es ahí dónde...—
—¡David!— se calla abruptamente al recordar que Henry no tendría que saber que eran ellos hasta llegar a la sorpresa, además, el grito que soltaron todos, incluido el festejado, lo tomó de sorpresa.
—Bueno muchachos, es que hay que ir educando al novato.— dice feliz abrazando al temeroso y asustadizo de Henry. Greg, solo se limita a reír y empieza a ayudar al de ojos azules-grisáceo a desatar las cuerdas de las manos y quitarle el capuchon negro de la cabeza al "secuestrado"; luego comienzan a comentarle las ideas que tenían para el resto del día y así hasta que ambos (Greg y Henry) se enganchan en una conversación entre ellos y su mundo. Por otro lado, Nick está atento mirando a través del retrovisor, generando un escalofrío de pies a cabeza en lo que David Hodges respecta. —"Está molesto."— pensaba David, no está nervioso o no se siente culpable, pero que los ojos verdosos que tienen Nick, lo miren como lo hacían en esos instantes era casi como si estuviera frente a una Inquisición completa. David agita su mano lo suficiente claro para que Stokes lo vea, y logra tal cometido:
Nick lo mira, y David siente como todo su ser se derrite al recordar los gestos tensos del castaño mientras hacían el amor. Y sin respuestas por ninguna parte, continúan el camino... pero no todo salió como se lo esperaba.—Clausurado.— comenta Stokes mientras leía en voz alta el cartel. —Y abandonado.— el local de parilladas estaba clausurada por bromatología, hace más de cuatro meses.
—Y ¿Qué hacemos ahora?— pregunta un curioso Henry.—Inspeccionemos y veamos si encontramos algún teléfono para llamar a Catherine.— menciona Nick mientras pasaba por el costado de David hacia un lateral del local. Se encontraba determinado a encontrar una solución para poder guiar al equipo de regreso. Y capaz, eso implicaba estar ignorando de la misma manera que lo hacia Hodges hacía él.
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CSI: JUEGOS DE MIRADAS [David Hodges y Nick Stokes] (Pausada)
RomansaUna apuesta puede tener muchos finales: algunos no lo cumplen, otros sí, hay gente que matan por desaudedar, venden sus órganos, drogas. Demasiadas cosas se diría. Normalmente, las mismas no tienen límite alguno, y eso en la ciudad de las apuesta lo...