04.

4K 468 133
                                    

  "Taeyong no encajaba cuando el tema se desviaba por esa línea. Se ponía incómodo y la mayoría del tiempo, por no decir todo, hacía silencio. Evitando cualquier cosa que diera lugar a interrogatorios, él solo se dedicaba a jugar en su celular"




El sonido de los cubiertos repiqueteando los platos, el bullicio de la gente y las risas provenientes de aquel programa de supervivencia de idols en las pantallas de la aglomerada cafetería, era lo que acompañaba al grupo de chicos un miércoles de primavera.

—Es guapo —comentó Taeyong tratando de lucir lo menos interesado en el tema mientras usaba sus palillos para revolver las verduras de su plato sin ganas. —Es algo... ¿Joven? pero es guapo normal, no es la gran cosa. Lo único relevante que sé de él es que dirige Neurocirugía en el Central.

Yuta y sus otros tres amigos lo miraron expectantes, como un trío de cuervos esperando la carroña del chisme.

—Hombre, es un maldito con dinero—comentó Mark, el menor del grupo, entusiasmado por alguna desconocida razón.

—Admiren a la persona que tendrá ese puesto en unos años —ahora es Yuta quien alardeaba con suficiencia, soplando uno de los mechones lacios que caían por su frente y una brillante sonrisa toda dientes. Taeyong rio al frente suyo y dejó que los otros dos siguieran con... lo que sea que estuvieran haciendo.

Yukhei masticaba ruidosamente su hamburguesa mientras hacía preguntas irrelevantes. Mark a su lado solo asentía fervoroso a las ideas del otro.

Tirar una fiesta algún viernes donde el dueño de la casa no estuviera y sobornar a los pequeños fue la primera idea. La segunda fue empezar a robar joyas gradualmente. La tercera extorsionar a los niños con dulces a cambio de objetos e información de valor. Taeyong rio a todas las estupideces que sugirió el chico chino de la mesa.

La idea era haber mantenido su nuevo trabajo exclusivamente entre Yuta y él, pero al joven castaño quizá se le había escapado una queja en la mesa y no tuvo otro remedio que contarles.

Hoy era su segundo día en aquella casa y si el primer día le había puesto de los nervios, este le tenía con los hombros totalmente tiesos. Y claro que no era por los pequeños de la casa. El menor de sus problemas fue aquel par.

Todo lo contrario a lo que sopesó, fue una tarde tranquila tan pronto el padre de ellos desapareció en una enorme camioneta. El niño de ellos respondía sólo con asentimientos a todo lo que Taeyong dijera, pero en cambio su hermana se encariñó mucho con él en las cinco horas que compartieron. Cinco horas donde hablaron de dibujos animados, terminaron la tarea de geometría, prepararon algunos sándwiches que rebosaban de lechuga e incluso había alcanzado el tiempo para colorear un montón de páginas del libro de princesas. Definitivamente Taeyong se había distraído.

El problema era la persona de metro con ochenta que sigue aterrorizándolo con tan sólo una mirada. 

Tal como lo prometió, su llegada la marcó a las siete menos quince. Taeyong nervioso de aquella presencia, pudo observar algunos detalles extras del mayor. Como por ejemplo, lo demasiado cansado que lucía. Todas sus facciones exhaustas intentado con fuerza curvar una sonrisa cuando los pequeños saltaron encima de él en la entrada. Las ojeras que crecieron en un par de horas eran increíbles, Taeyong las notó cuando algunos minutos después de intercambiar unas palabras sobre el buen comportamiento de sus hijos, le dedicó una mirada cansada y un débil gracias.

Todo el camino a casa, se quedó pensando en eso.

—¿Tu que dices? — preguntó Yukhei con aquellos grandes ojos oscuros y emocionados por el nuevo tema, haciéndolo volver a tierra. —¿Quién colgará primero su nombre en el departamento de Neurocirugía del Central de Seúl? ¿El imbécil de Yuta o yo?

SAUDADE  ||  JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora