cαpítulσ síєtє

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El canario se despertó cuando sintió un manotazo sobre su rostro, y al abrir los ojos se encontró con una de las mejores imágenes que había visto. Raoul le observaba con los ojos entrecerrados y una media sonrisa formada en sus labios, esa sonrisa que le volvía loco. No le dio tiempo a quejarse por el golpe de antes, pues la mano que se lo había propinado se situó con rapidez en su nuca, acercando ambos rostros hasta poder encerrarse en un beso, que para nada se parecía a los que se habían dado antes de quedarse dormido.

Los dedos de Raoul se movían juguetones por su cuello, arrancando suaves gruñidos al canario, que buscaba profundizar aquel beso hasta que se quedaran sin aire.

- ¿No tienes hambre?

- Depende de lo que sea.

El catalán dejó escapar una carcajada y se incorporó quedando sentado en la cama, de tal forma que las sábanas cubrieran su entrepierna, ya que aún se encontraba desnudo.

- De comida - Al ver la expresión traviesa del moreno, negó con rapidez- comida de verdad, Agoney.

Agoney formó un pequeño puchero con sus labios, que si bien logró derretir al catalán, no consiguió que le diera lo que pedía, pues el rubio se levantó con eficacia y se puso los calzoncillos para después salir de forma apresurada de la habitación.

El canario no pensaba quedarse de brazos cruzados, por lo que él también se levantó, a regañadientes y tras ponerse la ropa interior, se dirigió a la cocina, donde se encontró con Raoul sentado sobre la isla del medio, con esa sonrisa que tanto le ponía en sus labios. Con decisión, el moreno se acercó a él, situándose entre sus piernas y posando sus manos en los muslos del chico, agarrándolos con firmeza. Raoul acariciaba su pelo, mientras acercaba sus labios al mentón del moreno, cubierto por aquella barba tan bien cuidada y fue bajando sus besos hacia el cuello, donde los convirtió en más húmedos y lentos.

- Podría acostumbrarme a esto.

Murmuró el canario de forma entrecortada mientras guiaba una de sus manos a la entrepierna del chico, que respondió con un mordisco a la piel del moreno, arrancándole un jadeo que calló mordiéndose el labio inferior.

Se habían echado una siesta considerable, por lo que en lugar de comer, lo que hicieron fue merendar, entre piques, sonrisas y besos robados (con consentimiento) hasta que comenzó a oscurecer y el canario dejó escapar un suspiro, apoyado contra el cuerpo del catalán.

- Tengo que irme, Ricky estará de los nervios.

- ¿No quieres ducharte...?

La proposición del catalán fue susurrada contra su oído, y si ya le hacía falta poco para hacer lo que le pidiera, aquella forma de decirlo le terminó por convencer.

- Bueno, puede que sea la mejor idea.

Quizá para ellos sí, pero no para los amigos de equipo de Raoul, que llamaron en ese preciso momento al timbre. El catalán se levantó y cuando pudo observar por la mirilla dejó escapar un pequeño grito de sorpresa, observando a Agoney de reojo, que se encontraba apoyado en la pared, semidesnudo y con una ceja alzada.

- ¿Quién es?

Sin contestar, Raoul tiró del canario rápidamente, llevándole a la habitación, que estaba tan desordenada que no pudo evitar soltar un suspiro de frustración, gesto que hizo reír al mayor.

- Vístete, y en cuanto te envíe un whatsapp de que puedes salir te marchas, ¿vale?

- Pero - En el momento que la mirada del moreno se paró en los ojos del catalán, comprendió todo - Ah, claro. Son tus amiguitos de fútbol, ¿no? Los machotes.

ɴᴏ ᴍᴇ ᴀᴄᴏsᴛᴜᴍʙʀᴏ ᴀ ᴘᴇʀᴅᴇʀ (#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora