cαpítulσ unσ

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Cualquier persona que no les conociera, en seguida pensaría que eran pareja.

Pero no era así. Agoney y Ricky compartían absolutamente todo: piso, perro, comida, cigarros, amigos, coche, e incluso alguna vez, saliva. Pero eso generalmente ocurría solo cuando alguno de ellos quería echar lejos al pesado (o pesada) de turno que se les acercaba.

Y es que allí se encontraban los dos, en una discoteca abarrotada de estudiantes un pleno sábado.

Agoney estudiaba bellas artes y Ricky una ingeniería agrónoma, aunque este último más que estudiar, utilizaba su carrera para ligar. No era igual de atractivo decir que estudiaba en la universidad a decir que trabajaba en un Mc Donalds prácticamente sobreexplotado.

Aún así, el chico sacaba tiempo para absolutamente lo que le venía en gana, que habitualmente era ir al gimnasio, salir de fiesta o simplemente ver una película en compañía de Agoney.

Ninguno de ellos era de Madrid, pero aquello no había sido impedimento para que se comieran la capital. Ambos venían de las islas; Agoney de Tenerife y Ricky de Mallorca. En realidad, Ricky podía pasar perfectamente por un madrileño, pero Agoney no. Su acento era tan marcado que rápidamente la gente dejaba de lado el atractivo de Ricky para comentar el acento de su amigo.

No le molestaba, en absoluto. Cada uno jugaba en ligas distintas, solo tenían un único factor en común: género masculino.

Sus gustos solían chocar, y aún así se compenetraban como nadie. Eran capaces de entenderse con tan solo una mirada, y muchas veces habían llegado a pensar que poseían el don de leerse las mentes. Entre ellos, claro, porque lo que era entender a alguien más, lo llevaban crudo.

¿Pero qué falta les hacía una pareja si se tenían a ellos y a Tom?

Tom es su pastor aleman, un perro enorme que vive con ellos en la casa. Al principio alternaban días de paseo, pero ahora la lucha constante por ver quién saca al perro y quien puede quedarse en casa tomándose una cerveza, podía llegar a ser agotadora. Por lo que finalmente siempre acababa cediendo el canario.

- ¿Tequila?

Aquella pregunta era claramente retórica. De hecho, pocas veces hacían falta preguntas entre ellos. Tres años de amistad habían provocado un conocimiento mutuo absoluto.

Cuando ambos tenían en sus manos el chupito, de un trago se lo bebieron. El ardor recorría la garganta del canario, y aquella sensación era, sin duda, una de sus favoritas. 

- Recuérdame que no volvamos a esta discoteca, se les ha olvidado el limón.

Sin embargo, si aquella noche todo salía bien, ninguno de los dos se acordaría de aquello a la mañana siguiente. Tras beber el chupito, - ya era el cuarto que sus cuerpos portaban - se dirigieron al centro del bar, para disfrutar de lo que quedaba de noche, hasta que sus pies no pudieran más, o uno de los dos fuera tan ebrio que ni siquiera viera la puerta para salir.

- Me parece que te abandono. Ese bombón no ha dejado de mirarme en toda la noche.

Agoney miró hacia la esquina del pub que señalaban los ojos de su amigo. Un chico moreno, con perilla y una chupa de cuero miraba, efectivamente, hacia ellos. 

- Perfecto. Suerte con ese.

Tras recibir un guiño como respuesta del mallorquín, Agoney vio como su compañero desaparecía de su campo de visión, en dirección a aquel otro chico.

Siempre solía ser así: Ricky se encaprichaba de cualquiera que pensara le hacía ojitos, Agoney se quedaba solo en la pista bailando y bebiendo, hasta que se aburría y entonces era él el que se acercaba a cualquier chico que fuera mínimamente atractivo para divertirse un rato y aprovechar así el tiempo. 

ɴᴏ ᴍᴇ ᴀᴄᴏsᴛᴜᴍʙʀᴏ ᴀ ᴘᴇʀᴅᴇʀ (#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora