cαpítulσ trєcє

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- Voy a llegar tarde, voy a llegar tarde, voy a llegar...

- Agoney, como digas eso una vez más, te juro por mi vida que te tiro del coche en marcha.

- ... tarde.

Finalizó el canario, pero esta vez con una sonrisa burlona en el rostro. Cuando llegaron a la universidad, tras un beso en la mejilla de despedida y quinientos agradecimientos, bajó del coche y se lanzó escaleras arriba para comenzar el examen. Llegó a tiempo, dos minutos antes de que el profesor entrara en clase, y lo suficiente como para prepararse mentalmente para el que iba a ser el primer examen de aquella intensa semana.

La culpa de aquel casi retraso era toda de Ricky, aunque él se hubiera dejado convencer prácticamente a la primera de hacer un maratón de Resacón en Las Vegas justo aquella noche. Obviamente, no escuchó ninguna de las cinco alarmas que sonaron y, por lo tanto, cuando abrió los ojos a la sexta, se lanzó contra la habitación del mallorquín exigiéndole que se vistiera y le llevara. No es que él no pudiera conducir, de hecho aquella mañana le tocaba el coche, pero si la culpa la había tenido Ricky, Ricky tenía que solucionarlo.

- Seguro que suspendo. Joder, Raoul, seguro que suspendo.

- ¿Puedes dejar de dramar? Aitana, por favor, que has hecho el primer examen. Ya verás que no suspendes.

- Ah, claro, resulta que si la dramática es el señorito, hay que escucharle, pero si soy yo, me pides que me calle. - La mirada que le lanzó la del flequillo sirvió para que ni siquiera protestara - Además, por culpa de esto casi no estoy con Nerea.

- Por favor, Aitana, pero si tú al menos ves a tu novia en los exámenes.

- Tienes razón, pero jolines, ya sabes como es Nerea, siempre quiere hacerlo perfecto, y me avisó de que esta semana no iba a levantar las narices del libro, ¡y vaya si lo ha hecho! - Suspiró, dejándose caer boca abajo sobre la cama, al lado del rubio, que se encontraba sentado con una sonrisa de sorna en los labios - ¡Ni un triste whatsapp!

- Ay, Aitana, si estás enamoradísima.

- Pues sí. - Susurró la pequeña, apoyándose sobre sus brazos para observar a su amigo con curiosidad - ¿Y tú qué? ¿Estás enamorado de Samuel?

- Joder, Aitana - Rió el catalán, pero con una carcajada que carecía de gracia - Es pronto, ¿no crees?

- Bueno... yo de Nerea supe que me había enamorado desde que nos besamos por primera vez - Asintió la morena, esbozando la sonrisa más amplia que tenía - Y además, cuando nos lo contaste, llevábais dos semanas, y desde ese día ya van otras dos, creo que sí que es suficiente para saber lo que sientes.

- Bueno, un mes... - Murmuró el rubio, dejándose caer hacia atrás para quedar tumbado junto a su amiga, que comenzó a jugar con el cuello de su camiseta - ¿Cómo supiste que estabas enamorada?

- Ay, Raoul. - Rió la chica, girando sobre sí misma para quedar de lado, apoyada sobre su brazo y con la cabeza en alto. Raoul no se perdió ninguno de sus actos, aguardando la respuesta - Pues cuando me besó sentí algo muy fuerte en el pecho. Y yo aún así seguía con Vicente, pero supe en seguida que nunca me había sentido así con él, ni en el primer beso.

- Yo también sentí algo muy fuerte.

Sonrió el catalán, completamente perdido en la sonrisa de idiota que se dibujaba en el rostro de su mejor amiga.

- Y bueno, cuando Nerea se arrepintió por lo de Vicente y me dijo que quizá lo mejor era no intentarlo, me di cuenta de que ni de coña la iba a dejar escapar, que ni siquiera dos años de relación valían tanto la pena como para rechazarla a ella. Y a lo largo de los días ya comprendí del todo que me pasaba todo el rato pensando en ella, quería verla, hablar con ella, irnos a cenar, lo que fuera era suficiente con estar con ella. - La pequeña había cerrado los ojos durante aquel pequeño discurso y cuando los abrió, su sonrisa quedó congelada - Ay, Raoul, ¿estás llorando? Pero no llores, jolines.

ɴᴏ ᴍᴇ ᴀᴄᴏsᴛᴜᴍʙʀᴏ ᴀ ᴘᴇʀᴅᴇʀ (#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora