cαpítulσ quíncє

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El calor asfixiante que atacaba Madrid en pleno julio no era sofocable ni siquiera con la ventana abierta ni durmiendo con la menor cantidad de ropa posible. Además, dormir con el cuerpo ardiente de Agoney abrazado a su propio cuerpo, simplemente era misión imposible, por lo que Raoul se levantó con cuidado, deshaciéndose del abrazo del canario para ponerse en pie.

Decidió que salir un rato de la habitación y beber agua sería suficiente, aunque al día siguiente se encargaría de matar al moreno por desprender más calor que una estufa y obligarle a estar despierto a las cinco de la madrugada teniendo la final la tarde siguiente.

Lentamente, y haciendo el menor ruido posible, se dirigió a la puerta, abriendola para salir y cerrarla tras él.

- Hola.

La voz ronca de Kibo le sorprendió y el catalán no pudo evitar dar un pequeño respingo antes de girarse y encontrarse con el chico frente a él. Su rostro comenzó a arder cuando fue consciente de que el contrario llevaba incluso menos ropa que él, que al menos había tenido la decencia de llevar unos calzoncillos y se tapó los ojos para evitar mirar lo que el chico tenía entre las piernas, que siendo sincero, tuvo que admitirse a sí mismo que Ricky tenía bastante suerte.

El otro hombre soltó una carcajada y negando se metió en el cuarto de baño, dejando que Raoul se apoyara en la pared fría tratando de bajar el color rojo que debía haberse instalado en el rostro.

Cuando se hubo recuperado, se dirigió a la cocina, y sacó del frigorífico una botella de agua, dando un trago largo mientras observaba como Tom abandonaba su cama para acercarse a él y sentarse frente a sus pies.

- ¿Qué pasa, chico? ¿Tú tampoco puedes dormir?

El perro ladeó el rostro y Raoul guardó la botella, pasando su mano por la cabeza del animal para caminar de vuelta a la habitación. Agradeció no volver a encontrarse con Kibo, pues tendría que volver a beber agua para calmar de nuevo el calor, y se metió en la cama del canario.

Al principio, se echó lo más alejado a él que pudo, con el fin de caer en brazos de Morfeo lo antes posible, pero sin embargo, como atraído por un iman, al día siguiente abrió los ojos y se encontraba rodeando el cuerpo del moreno, que respiraba de forma acompasada, sin inmutarse por el sol que iluminaba toda la habitación y le daba un aspecto helénico, prácticamente perfecto.

El rubio pasó sus dedos por la barba del canario, sonriendo cuando éste soltó pequeños sonidos que indicaban que estaba despertándose. Ya llevaban unas cuantas semanas repitiendo esa rutina, no todos los días, ya que ambos se empeñaban en repetir que estaban yendo poco a poco, pero realmente Raoul era incapaz de pensar que podría acostumbrarse a semejante imagen al despertar.

Lentamente, el canario abrió los ojos, encontrándose con la mirada de Raoul y sonrió, frotándose los ojos y girándose para quedar boca arriba, con el rostro girado hacia el catalán.

- Buenos días, Agonías.

El moreno soltó una pequeña carcajada, justo antes de girar de nuevo para acabar tumbado sobre el rubio y dejar un pequeño beso en su nariz, la cual arrugó tras aquel acto.

- Buenos días, ¿cómo dormiste?

- ¿Te digo la verdad o te miento?

Agoney esbozó una sonrisa burlona, a sabiendas de que dijera lo que dijera, el rubio iba a ser sincero.

- Miénteme, miénteme.

Un pequeño resoplido apartó los mechones de pelo rubio que caían en su frente, y aquella imagen divirtió aún más al canario, que volvió a plasmar sus labios, esta vez en una de las comisuras del contrario.

ɴᴏ ᴍᴇ ᴀᴄᴏsᴛᴜᴍʙʀᴏ ᴀ ᴘᴇʀᴅᴇʀ (#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora