cαpítulσ σncє

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Había pasado un mes desde que cogió aquel avión rumbo a lo desconocido para dedicarse en cuerpo y alma a su vocación.

31 días en los que se había releído dos veces por día - cómo mínimo - los últimos mensajes de Raoul.

No había habido día que el canario no había tratado de llamarle o contactar con él para explicarle lo equivocado que estaba, para gritarle a 2320 kilómetros que cada noche se dormía con la esperanza de que le desbloqueara, de poder escuchar su maldita voz.

También había hablado con Nerea, le había contado absolutamente todo con pelos y señales.

- Es que eres imbécil, Ago, ¿cómo se te ocurrió que marcharte sin decirle nada era una buena idea?

- No lo sé, Nerea, no lo sé. No quería despedirme de él, y ahora no sé nada de ese idiota.

Y aunque el moreno había pedido por activa y por pasiva a su mejor amiga que por favor le dijera a Raoul que todas sus malditas teorías eran mentira, ésta le había contestado que desde aquel día no sabía nada del rubio, tan solo lo que le contaba Aitana, que tampoco era gran cosa.

Mientras terminaba de guardar todos sus lienzos y dibujos en las fundas, marcó el número de Nerea, y la aguda voz de su amiga inundó todo el Hamburger Bahnhof.

- ¡¡Ago!! ¿Qué tal estás? ¿Cuándo vuelves?

- Hola, Nerea - Sonrió el canario - Bien, tengo el vuelo a las seis.

- ¡¡BIEN!! No sabes las ganas que tengo de verte - Una segunda voz al otro lado de la línea dio a entender a Agoney que efectivamente, la rubia no estaba sola - Aitana dice que también te echa de menos, y que cuando vengas podíamos cenar todos juntos - "¡Los cuatro!" escuchó gritar a Aitana por detrás, y su corazón se aceleró - Los cuatro, sí.

- Genial - En ese instante, una mujer mayor se acercó a él y aguardó pacientemente a que colgara, observando los dibujos que aún quedaban a la vista - Chiquitina, tengo que colgar, ya nos vemos. Un beso, ¡las quiero!

En cuanto colgó y guardó el móvil, se giró hacia la mujer, esbozando la mejor de sus sonrisas y preparado para utilizar su mejor inglés, algo que había perfeccionado desde que estaba allí.

- Excuse me...

- Puedes hablarme en español - El canario se quedó sorprendido al escuchar a la mujer. Desde que estaba allí, las únicas personas con las que usaba su idioma eran Nerea y Jordi. - No sé hablar mucho, pero todos los años en vacaciones voy a Mallorca.

Su semblante de autor prepotente y con una sonrisa modelo para absolutamente toda persona que se acercara a él se suavizó al escuchar el fuerte acento marcado de la mujer, y una sonrisa más tierna surcó su rostro.

- Mallorca es muy bonito.

- Sí, como tú y tus cuadros.

- Muchísimas gracias, señora, me halaga que usted me diga esto.

- Llámame Manuela, por favor.

La mujer comenzó a pasar sus dedos con especial cuidado sobre los dibujos del canario, y parecía algo apenada, por lo que Agoney se aventuró a preguntar.

- ¿No había visto la exposición?

Manuela negó con lentitud, mirando al chico con los ojos brillantes y una sonrisa que habría derretido cualquier corazón.

- No, no sabía que este era el último día.

- ¡Agoney! - La voz de Jordi, al otro lado de la sala, sacó al canario de la conversación y se giró para mirarle - Tenemos que marchar, ¿acabas?

ɴᴏ ᴍᴇ ᴀᴄᴏsᴛᴜᴍʙʀᴏ ᴀ ᴘᴇʀᴅᴇʀ (#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora