cαpítulσ dσcє

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El peso muerto de un cuerpo enorme cayó sobre el propio a eso de las once de la mañana, y Agoney, que odiaba por todos los medios que le despertaran, abrió los ojos sobresaltado, encontrándose con el castaño pelo de Ricky.

- ¡Ricky! ¿Se puede saber qué narices haces?

Sin ningún tipo de delicadeza, apartó el cuerpo de su amigo, sentándose al borde de la cama mientras se llevaba las manos a los ojos, frotándolos a la vez que bostezaba.

- Es que como anoche te dormiste tan pronto, me preocupaba que siguieras durmiendo. Venga va, que preparo el desayuno, ¿qué te apetece?

El canario desvió la mirada hacia el mallorquín, que yacía tumbado sobre el colchón, con tan solo una camiseta de tirantes cubriendo su cuerpo. Por un momento, su cabeza imaginó como hubiera sido todo si Ricky y él se hubieran sentido atraídos el uno por el otro. Quizá todo hubiera sido mucho más sencillo, o quizá ahora mismo ni siquiera serían amigos, por lo que con rapidez quitó aquella idea de su perturbada mente y esbozó su mejor sonrisa a su amigo.

- Ya que me has despertado de esta forma... Qué menos, ¿no? ¿Ya se fue Rafa?

El mallorquín asintió mientras se ponía en pie, dejando a la vista sus calzoncillos negros.

- Sí, se fue hace un rato. - El balear se encogió de hombros, clavando la mirada en su compañero de piso y por un breve momento, Agoney pensó que Ricky lo sabía todo, hasta que éste apartó la mirada y se dirigió a la puerta - Date una ducha y nos vamos a desayunar por ahí. Y no acepto un no por respuesta, así hablamos.

Y dejando al canario con la palabra en la boca, salió de la habitación. El menor sabía que cuando Ricky se ponía en ese plan, era imposible llevarle la contraria. Dejó escapar un pequeño suspiro, ya que ir a desayunar un domingo por la mañana no era algo que le llamara mucho la atención, pero teniendo en cuenta que tendría que pasarse el resto de domingo en casa poniendo al día sus cosas de clase, lo vio una opción viable.

En veinte minutos estuvo listo, pero ni siquiera reparó en arreglarse demasiado el pelo, con el calor que hacía en Madrid aquel domingo, la mejor idea era llevar una gorra y sus gafas de sol. Con una sonrisa se plantó en el salón, donde Ricky le esperaba con unos pantalones negros rotos y una camiseta de tirantes verde. Tras asentir, salieron del piso sin olvidarse de ponerle la correa a Tom y llevárselo con ellos.

Se encontraban en una de las mesas que conformaban aquella terraza, con la correa de Tom atrapada por una de las patas de la silla, mientras tomaban un café y disfrutaban de unas tostadas con aceite y tomate. Desayunaban en silencio, disfrutando de la mutua compañía, hasta que Agoney fue consciente de que Ricky se le había quedado mirando más tiempo del esperado y, arqueando una ceja, esperó que el balear expusiera su duda.

- ¿Me vas a contar de una vez dónde te fuiste anoche a las tres de la mañana?

El canario abrió la boca sorprendido, buscando a ambos lados del lugar dónde se encontraba la cámara oculta que estaba detrás de aquella surrealista situación.

- ¿Cómo lo sabes?

- Hombre, no eres silencioso precisamente, y quién fuera el que vino a buscarte, tampoco. - Agoney enrojeció a velocidad de vértigo, y dejó escapar una pequeña carcajada nerviosa - ¿Era Raoul?

- Sí. - El canario asintió con lentitud, sin ser capaz de evitar que sus comisuras se alzasen esbozando una sonrisa - Vino a hablar, pero puedes imaginarte como terminó la cosa.

- ¿Follásteis?

- ¡No! - Exclamó el canario, pasándose una mano por el pelo y llevándose después a la boca la tostada, propinándole un buen mordisco - Solo nos besamos, pero bueno, ya sabes.

ɴᴏ ᴍᴇ ᴀᴄᴏsᴛᴜᴍʙʀᴏ ᴀ ᴘᴇʀᴅᴇʀ (#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora