El telefonillo comenzó a sonar y Agoney se llevó las manos a los oídos. ¿Quién narices llamaba al timbre un domingo? Se suponía que aquellos días estaban hechos para pasar las resacas en el sofá, viendo una película y comiendo comida basura mano a mano con Ricky. Pero el ruido no cesaba y estaba a punto de levantarse cuando paró, por lo que Ricky debía estar despierto.
El canario trató de dormirse de nuevo, pero unas voces procedentes de la cocina no le dieron la oportunidad, así que, resoplando, se puso en pie y se dirigió al baño para darse una ducha. No tenía una gran resaca, de hecho, se encontraba bastante bien, cosa que le frustró aún más, pero no tanto como cuando recordó al rubito de ayer. ¿Quién se creía ese tío para rechazarle a él?
Con un gran bostezo, llegó a la cocina, donde se encontró a Ricky y Mimi desayunando en la encimera. Mimi era una amiga en común de ambos isleños. La habían conocido el primer año que se mudaron y en seguida congeniaron. Era una tía de puta madre y se parecía mucho a ellos. El primer año, les acompañaba a cada fiesta a la que acudían, hasta que en una de ellas conoció a Ana. Surgió la típica historia de amor: se enrollaron en un pub andrajoso, Mimi se la llevó al coche y allí terminaron lo que habían comenzado, después, día tras día, Mimi rechazaba cualquier plan con los chicos inventándose excusas, hasta que un día apareció con la morena de la mano, exponiendo que eran pareja. Desde entonces, pocas veces salían de fiesta juntos, pero seguían viéndose de vez en cuando, y en su amistad nada había cambiado.
- Buenos días, bello durmiente.
El tono con el que le habló la granadina solo provocó que el canario dejara salir un gruñido, sentándose con ellos para desayunar. No sabía ni que hora era, y tampoco le importaba, solo quería desayunar en paz.
- Me sé de uno que se quedó a dos velas anoche.
Con un rápido movimiento, Agoney introdujo el croissant que se iba a comer en la boca del mallorquín, a traición, haciendo así que se callara.
- No quiero oír ni una palabra acerca de anoche.
Ricky engulló el croissant. Ya que se lo había ofrecido, no lo iba a rechazar, y comenzó a reírse. Le encantaba picar al canario, pero aún así le sorprendía que no hubiera mojado en aquella discoteca, siempre se iban bien servidos. No le dio tiempo a continuar burlándose del chico, pues un joven cruzó el umbral de la puerta de la cocina, mirando a los tres chicos con una media sonrisa.
"El perillitas" se dijo Agoney a sí mismo, examinando al moreno con detenimiento y parándose en su cuello, claramente marcado por Ricky. No había presa que se le resistiera. Parecía que esperaba que el mallorquín se levantase para despedirle o le ofreciera desayunar, pero eso nunca sucedía, por lo que tras susurrar un tímido "Adiós" salió del piso casi a carreras.
- Si te sirve de consuelo, ha sido de los peores polvos que he echado.
- Lo podía suponer, anoche no escuché nada.
Mimi fue la encargada de sacar a pasear a Tom aquel día, mientras Ricky se tumbaba en el sofá y Agoney se ocupaba de organizar un poco la casa. Definitivamente, aquel era el último domingo no resacoso que pasaba.
Después de encargar comida china, la granadina decidió qué película verían aquel día y así, entre palomitas, sushi, cigarrillos y pequeños piques, los tres amigos pasaron la tarde de domingo.
El sonido de un móvil, sacó a Mimi de la burbuja en la que se encontraba, sentada entre ambos isleños, con las cabezas de éstos sobre sus hombros. Sin ningún tipo de delicadeza, se inclinó hacia delante, provocando así quejas de sus amigos y cogió el móvil, leyendo los mensajes que Ana le enviaba.
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ɴᴏ ᴍᴇ ᴀᴄᴏsᴛᴜᴍʙʀᴏ ᴀ ᴘᴇʀᴅᴇʀ (#Ragoney)
FanficLos polos opuestos se atraen, con tanta fuerza, que a veces la colisión es irreversible, y entonces ya no hay vuelta atrás. Agoney lleva tres años viviendo en Madrid, con su compañero del alma, Ricky, y no está acostumbrado a ser rechazado. Raoul po...