cαpítulσ σchσ

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De repente escuchó gritos, y fue el único momento en que levantó la vista de su teléfono, que le parecía mucho más interesante que el maldito entrenamiento del equipo de Raoul. ¿Qué está haciendo este chico conmigo? era lo único que pasaba por su mente últimamente. Pero ahora había algo más importante, cuando fijó su mirada en el campo Raoul estaba tirado en el suelo con sus manos en la cara y como se encontraba a escasa distancia, pudo apreciar la sangre en su pie.

¿Pero no era solo un entrenamiento?

En seguida bajó corriendo de las gradas, total, era la única persona que estaba malgastando una mañana de sábado en aquel sitio.

Cuando se coló en el centro del campo, se dirigió hacia el rubio, que ayudado de su mano, logró ponerse en pie y ambos sonrieron ignorando las discusiones que se estaban dando por haber lesionado aparentemente a la promesa del equipo.

- ¿Estás bien?

Raoul asintió con suavidad, hasta que uno de sus compañeros de equipo, el que le había propinado aquella patada sin querer se fijó en ellos.

- ¿Quién es el maricón?

El catalán ni siquiera había tenido tiempo de recomponerse del todo cuando sintió como toda su sangre hirvió y sin dejar margen a Agoney para reaccionar, estampó su puño en el rostro de aquel imbécil. Y hubiera seguido, hasta que una voz grave consiguió que el corazón le latiera a mil.

- ¡¡Vázquez!! ¿Qué coño haces?

En ese momento sintió un dolor infernal, tanto en el tobillo ensangrentado como en sus nudillos, masacrados por aquel puñetazo y se giró para observar como su entrenador se acercaba a ellos. El chico que había recibido el golpe se tocaba la cara dolorido, y Agoney observaba la escena como si de un partido de tenis se tratara. Quién me mandaría a mí venir, si no me gusta el fútbol.

- Empezó él, joder.

- Mira no sé qué narices ha pasado, pero desaparece de mi vista ahora mismo, ya veremos qué consecuencias tiene todo esto.

Raoul reaccionó rápido y sin preocuparse de la gente que se llevaba por delante, se dirigió al vestuario con un cabreo que no le cabía en el cuerpo. Agoney de repente notó que sobraba en aquel sitio mientras el entrenador observaba el rostro magullado del orangután al que Raoul había pegado y rápidamente salió del estadio, esperando en la puerta a que lo hiciera también el rubio.

Cuando Raoul estuvo a su lado, Agoney comprendió de golpe que era preferible hacer el camino a casa del rubio en un completo silencio, pero eso no significó que no pasara el brazo por la cintura de este y le ayudara a caminar para que no apoyase del todo el pie herido.

Fue él quién abrió la puerta y quién dejó al chico sentado en el sofá, para deshacerse después de su chaqueta vaquera.

- ¿Tienes botiquín?

- En el baño.

Agoney asintió y se dirigió a donde le había indicado Raoul, haciéndose con lo que él creía indispensable para curar lo que sea que se hubiera hecho el catalán y cuando regresó con él, se sentó a su lado. Podía sentir la respiración acelerada del rubio, pero ya no sabía si era a causa del entrenamiento, la rabia, o, en el mejor de los casos, su cercanía.

El canario observó la herida de su tobillo, que al menos ya no sangraba gracias a la ducha que éste se había dado antes de salir. Con la tensión, Agoney ni siquiera se había fijado en que no se había entretenido a peinarse, y que el pelo húmedo caía sobre su rostro. Estaba jodidamente guapo.

- No ha sido mucho, no te preocupes.

Entonces Agoney fijó la mirada en la sonrisa que le dedicaba Raoul y tuvo que corresponderla, aunque de forma ladeada, como solía hacer.

ɴᴏ ᴍᴇ ᴀᴄᴏsᴛᴜᴍʙʀᴏ ᴀ ᴘᴇʀᴅᴇʀ (#Ragoney)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora