Se cierran caminos

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La alarma se encendió en todos lados; Reborn se maldijo una vez más el haber precisamente ese día dejado la casa por unos asuntos que no lo ameritaban, condujo a toda velocidad sin importarle nada con tal de llegar antes que el resto de idiotas que no fueron capaces de evitar el ataque.

La casa había sido atacada y Tsuna estaba desaparecida.

Al llegar reprimió esa extraña sensación de miedo que sentía en la boca del estómago y se obligó a sacar el lado frío y serio de él: no era momento de perder los nervios, era momento de trabajar.

La casa obviamente fue saqueada, vio las agujeros en la pared, las marcas de sangre y algún que otro cadáver que el equipo aún no sacaba del lugar, siguió buscando en la casa alguna pista que le pudiera indicar algo, lo más mínimo que fuera que su temor era infundado. En la parte más alejada de la casa de los Sawada logró escuchar un pequeño gemido de dolor que lo alerto, pero a medida que se acercaba se daba cuenta que entre el olor a sangre también había olor de un alfa.

Al llegar se encontró con la escena más asquerosa y repulsiva que había visto en su vida, ni él que era un sádico podría hacer este tipo de cosas, los culpables realmente no tuvieron piedad, el ruido de una tos ahogada le alerto y le saco de su enfoque con el montón de sangre a sus pies, se acercó a lo que una vez fue un armario secreto y dentro de esta se encontraba Iemitsu intentando mantenerse consciente.

-S-se la llev-varon-dijo a duras penas el rubio apenas se acercó lo suficiente- se-sello ... e-e-so les dará tiem-po antes de-de q-que hagan algo-fue todo lo que dijo antes de perder la lucha con la oscuridad.

Reborn rápidamente informo al equipo de Vongola mientras dejaba atrás al otro alfa en el piso lleno de sangre. Una vez de vuelta a la sala de estar destrozado dejo que sus sentidos se expandieran intentando percibir alguna esencia de otro alfa ajeno. Apenas logró detectar algo, pero eso era un comienzo bastante prometedor.

Era el momento de demostrar porque era el hitman número uno del mundo.

Bastante alejado de todos, una Tsuna era traslada inconscientemente en una camioneta blindada. El equipo había esperado mucho para que el alfa se alejara de la zona de ataque y poder llevar a cabo el secuestro: esa niña valía mucho, mucho dinero en el bajo mundo.

Nadie había logrado tener mayores pistas sobre la mocosa, fue realmente un golpe de suerte que su familia logrará encontrarla, realmente fue encontrar la aguja en el pajar y lo más hermoso de todo el asunto era que nadie más en el mundo sabía de esa información: realmente Vongola había tomado muchas medidas en cuidar de la identidad de la niña. Lamentaban eso sí que el otro cachorro fuera un nonato, podría haberles servido bastante pero la madre no había cooperado con ellos así que no tuvieron otra opción: si no podían obtener a los dos era mejor mantener la exclusividad a un solo espécimen, ahora con el asunto aclarado y listo, solo restaba comenzar los análisis pertinentes y esperar, realmente la parte desagradable del asunto, esperar.

Primero debían al menos intentar predecir ciertas cosas antes de decidir si venderla al mayor postor o esperar a que creciera con la esperanza de que pudiera producir más desentiendes de Giotto: porque era bien populares los rumores que sus descendientes eran dotados de unas llamas bastantes fuertes, ¿quién no querría asegurar que sus herederos tuvieran ese poder?, básicamente sería asegurarse a un heredero que pudiera tener el control total de la mafia mundial.

Esa niña solo era un instrumento para un fin determinado, además, pensó el encargado de la misión: tenía toda la pinta de aquellos que se convierten en omegas, eso sólo podría significar un gran futuro para su familia, debía cuidar a su futura mina de oro y para asegurarse de eso primero debía destruir poco a poco su mente para convertirla en un ser lo más dócil posible, independiente de su naturaleza.

Ese grupo de hombres, entre lo que se regodeaban de su suerte, no estaban tomando en cuenta un detalle en su plan y era que las drogas no debían de durar tanto; con suerte en esos momentos deberían de haber vuelto a inyectarle el cóctel de drogas. Iemitsu, suponiendo que si la capturaban harían algo así decidió hacer una última cosa antes de que los atraparán, porque sabía que no podría hacer mucho más estando prácticamente casi inconsciente; había sido una suerte el que pudiera tener solos unos segundos más de tiempo, aprovechando eso decidió que lo mejor que podía hacer era bloquear la mente de la niña, y con ello, bloquear las llamas que podría tener y así evitar que no pudieran descubrir más cosas de ella, de tener algún tipo de llama la explotarían a pesar de su corta edad, por eso el sello que había hecho y que se destruiría con el pasar de los años les aseguraba algo de tiempo, escaso pero algo, para que lograrán salvarla de algo peor, además de protegerla un poco del trauma que esto conllevaría o lo que sea que intentaran con ella.

Tsuna a su joven edad había soportado demasiado y esto de seguro la destruiría.




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