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—¿Seguirás dormido todo el día? —lo observé desde la punta de la cama.

Soltó un gruñido no tan mañanero y sus ojos adormilados comenzarón a recorrer la habitación, hasta que se detuvieron en mi.

Sonrió y recargó su cabeza en su mano.

—Negro, me gusta —fruncí el ceño.

Bajé la mirada y observé mi ropa interior. Caminé hasta su lado y le arrebaté una almohada. Intenté golpearlo.

—Idiota... —detuvó la almohada y me dirigí al baño.

—¡Me encanta! —gritó.

-Kyan

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