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—Realmente odio al perro —miré la blusa que se había convertido en el juguete favorito del cachorro.

—Oh vamos, no es tan malo —miraba divertido la escena.

—Lo odio —di la vuelta y entré al cuarto.

—Deberías empezar a llamarlo por su nombre, así tal vez dejes de odiarlo y él deje de usar tu ropa como juguete —estaba recargado en el marco de la puerta.

—No quiero, las mascotas no son lo mío —me senté en la cama y me deje caer.

—¿Desde cuándo? —sentí una enorme presión en mi estómago y después humedad en mi rostro.

—Desde que la bola de pelos decidió ser cariñoso conmigo —tomé al cachorro y lo pusé en el piso.

—Te ama —sonrió.

—¿Acaso importa? —se encogió de hombros.



-Kyan

¡No es lo mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora