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No dejaba de mirarme y no había otro asiento vacío en el autobús.

Molesto, muy molesto.

—Disculpa, ¿Podrías dejar de mirarme? —fulminé al chico desconocido a mi lado.

—¿Te molesta? —sonrió de lado de lado. Fruncí el ceño.

—A cualquiera le incomodaría que lo miren como tú lo haces —espeté.

—Vamos linda, no es tan malo —chocó su hombro con el mío.

—Lo lamento galán, alguien se te adelantó —me pusé de pie.

—Fantástico... —mordió su labio y dejó de mirarme.

—Si que lo es —sonreí victoriosa y baje del autobus.




-Kyan

¡No es lo mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora