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—¿Bromeas? —mis ojos seguían el acelerado movimiento en la habitación.

—Claro que no —él me acompañaba con un movimiento de cabeza un tanto más orgulloso, de un lado a otro.

—¿Estás bromeando, verdad? —repetí con una mueca.

—No, debemos ponerle un nombre —dijo sonriente.

—¿Qué tal... perro? —dije observando al animalito de cuatro patas que corría por todo el lugar.

—Algo más creativo —sugirió cargando al pequeño animal.

—Bola de pelos —me miró con la boca abierta.

—¿Bromeas? —preguntó intentando intimidarme.

—Claro que no —hice lo mismo y me crucé de brazos.


-Kyan

¡No es lo mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora