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—Tranquila, me encargaré de esto —él intentaba limpiar la sangre que salía de la palma de mi mano.

—Fue un accidente... lo prometo —agaché la cabeza.

—Nena... mírame, lo sé, lo vi —me tomó del mentón.

—Solo quería ayudarte... —acarició mi mejilla y siguió limpiando.

—Tranquila —quitó un par de pedazos que quedarón incrustados.

Más sangre.

—Es mucha... —las lágrimas salían, pero no eran de tristeza.

—No pienses en eso. No voy a dejar que te derrumbes —me abrazó con fuerza.

—Últimamente soy más inútil que nunca —hablé sobre su pecho.

La cafetera estaba rota.

Que mal.



-Kyan

¡No es lo mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora