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Observaba las luces de la cuidad por la ventana, el departamento estaba en silencio.

Comencé a tararear y una vez más el silencio invadió el lugar.

Uno, dos, tres y muchas más gotas de lluvia se encargaron de acabar con el silencio.

Sentí su mano sobre mi hombro, besó mi nuca, pasó a mi cuello y finalmente subió a mis labios. Sus manos recorrieron mi espalda...

Me dejé llevar.




-Kyan

¡No es lo mío!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora