Felicidad

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El mirador, aquel sitio recóndito fue mancillado, allí donde tantas palabras bonitas se pronunciaron, tantas promesas se incumplieron, la chica cuenta se dio, de que condenada y utilizada sirvió. Un cuchillo, su alma y su corazón, atravesó.

Su ternura fue aniquilada, su esperanza; destrozada, su ilusión por vivir; estrangulada.

Miró al cielo que se encapotaba, aun a pesar de que quería seguir creyendo en el amor, no podía albergar en ese momento más desazón. Llevándose la mano a su corazón, así misma se juró, que nunca más se lo volverían a romper, que nunca más, jugarían con él.

Sus entrañas se transformaron; la tristeza y la frialdad... En ellas anidaron. Sus sentimientos se fortificaron, se endurecieron. Alrededor suya tal coraza se levantó, que impenetrable se volvió.

Su vida cambió. En los estudios se centró. Al acabarlos, por un puesto en el mundo laboral luchó. Su meta; en la cresta de la ola estar.

Era tan gélida, que solo el dinero la daba vida. Y vaya que si lo conseguía, su lema era: "Todo para ella".

Pero su corazón negro y agrietado, estaba vacío. Con apetito voraz de deseo material, que no había manera de saciar. Cuanto más quería; más tenía, cuanto más tenía; mas vacía se volvía, cuanto más vacía; más sola y desalmada se encontraba. La frustración y el desconsuelo, en sus compañeras convirtió. ¿Quién se acercaría a ella?

Un día todo cambió, una gran lluvia llegó, la ventisca se levantó y ella, refugio buscó. En un templo se cobijó y un anciano la observó.

Riqueza material la envolvía, mas su espíritu más vacío no podía. El sabio anciano se acercó, y con unas suaves palabras la iluminó:

—"El amor no se compra, no necesitas dinero, lo que realmente se necesita es valor para decirle te quiero."

La mujer recapacitó, hacia atrás miró y solo soledad observó.

Un nuevo día llegó, el sol se levantó y su corazón, como nueva flor, de nuevo se abrió. Mas, no muy lejos llegó, que a un joven muchacho conoció. Cita, cena y conversación transcurrió, que en boda acabó, y una nueva sensación, aplastó al antiguo negro corazón, que en blanco puro se convirtió.

Una nueva moraleja nos acecha la oreja: Si nos encuentra la tristeza, combatir debemos la tibieza, mas la templanza nos sirva de esperanza, que sin temor, nos encuentra el amor.


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