Ojos Lunares

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La noche es fría, oscura, pero iluminada por rayos irradiados del satélite nocturno de la Tierra, las nubes son mecidas por el viento. La ciudad está adormilada, el vecindario iluminado por escasos faroles de luz amarilla. Las luces de los hogares apagadas, excepto una.

El reloj acaba de marcar las tres de la madrugada, la casa está en completo silencio, casi todos duermen.

A media penumbra, el ordenador encendido con música de fondo, en la silla un adolescente que mira por la ventana encandilado a la hermosa dama luna, está encerrado en su cuarto. Los pensamientos vuelan, las sensaciones se intensifican, las emociones se amplifican, tal es el poder de la noche veteada de plata.

El joven suspira, busca el amor, su musa, su compañera, mas nunca le parece llegar. Cree, con su joven edad, que ya ha esperado bastante para poder encontrar a su media naranja. Pide a la eterna noche que, por favor, su deseo, sea concedido.

Así lo escribe, así lo siente, así se desgarra el corazón cada noche para después, durante el día, defenderlo a capa y espada. Tiene miedo a que le hagan daño, de parecer débil, sensible...

Desesperado por vivir en un mundo frio, carente de emoción, donde sentir está penado se mece en su silla. Un bostezo acude en su socorro y la noche comienza a clarear, el sueño aparece, levantándose de la silla, se acuesta en su cama y cierra los ojos.

La respiración, antes agitada se tranquiliza, las pulsaciones bajan y el reposo hace aparición. Morfeo le manda una ilusión.

Un callejón, largo, oscuro, solitario. Se ve en la obligación de avanzar a través de él, según camina, destellos del astro lunar le ilumina el camino, su luz le tranquiliza, le da valor de continuar, de sentir paz.

A lo lejos aparece una silueta femenina, sin forma definida, solo sombra. Según se acerca ve un pelo moreno oscuro, una sonrisa, unos ojos plateados encandiladores que le invitan a seguirla.

Risas, chiquilladas, un juego comienza; la sombra extiende su mano invitando al joven a cogerla, este, emocionado, corre en su busca, trata de cogerla pero ella se aleja, corre más y nunca llega, el desconsuelo aparece, el chico quiere llegar, pero el sino es cruel dado que la aleja.

El cansancio le puede, la respiración no da más de sí, el corazón el late con violencia, pues se da cuenta de que ella es su musa, su amor eterno. No es el momento, no puede ser de él, pero al menos sabe que existe, aunque no es motivo para alegría pues su cuerpo desprende fatiga.

Mirándola, postrando sus rodillas en el suelo ve como se aleja más y mas. Una densa niebla se levanta a su alrededor, la soledad le envuelve y el rayo de sol, que atraviesa la ventana le despierta.

Se sienta en la cama, otra vez, en la oscuridad, ha soñado con ella, otra noche a podido olerla y casi sentirla. Cansado, triste y apagado por no tenerla, comienza el día.

Mas según se va acercando la noche, la alegría acude en su rescate, sabe que durante las tinieblas, la volverá a ver. ¿Quién será ella? Le da igual, solo quiere soñar y poder volver a verla.


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