Miedo

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Estoy soñando, plácido y muy tranquilo. Descansado, estoy estirado. Casi que babeando, que narices ¡sí estoy babeando! Que bien se está, aquí me quedaría más rato, pero quizás, sea buena idea abrir los ojos, llevo mucho tiempo con Morfeo.

Veo un cuarto blanco, el techo liso y una pared a mi derecha, a mi izquierda unos barrotes blancos, al otro lado no veo más que el fin de la instancia. Me siento solo y con hambre.

Muevo mi cabeza de un lado a otro, algún que otro objeto encuentro. Intento cogerlos pero están tan lejos que no llego, pataleo de frustración.

Veo pasar algo por encima de mi cabeza, me pregunto: ¿Qué es eso? Quiero volver a verlo, pero no lo encuentro. Vuelvo a buscar y ahí está, a mi derecha, a un brazo de distancia. ¿Cómo llegó? Me agito y se mueve ¡Uy, casi lo consigo! Me vuelvo a estremecer y ahí está , en mi boca, lo chupo y relamo, mi boca saliva más y por más que trago no palpo comida alguna. Que curioso, me siento húmedo.

¡No me gusta estar mojado! Pero me encanta seguir lamiendo lo que acabo de encontrar. ¿Cuánto durará? ¡Qué carajo, cada vez estoy más mojado!

Necesito secarme, esto es asqueroso. ¡Quiero secarme! ¿Por qué no puedo? ¡Qué alguien me ayude! Grito y pataleo.

Nadie me hace caso ¿Por qué no hay nadie? ¿Hola? ¡Prometo portarme bien pero ayudadme!

¿Por qué me habré despertado? ¡Tengo hambre! ¡Quiero secarme! Muevo mis manos y mis pies, me agito, me estremezco y obtengo el silencio por respuesta. Quiero chillar y un sonido raro sale de mi boca. ¿Ese soy yo? ¡Quiero hablar! ¿Por qué no puedo?

Clamo, berreo y nadie me entiende, pero que digo; ¡No hay nadie para atenderme! ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¡Solo estaba durmiendo! ¡Por favor! ¡Venir! ¡No me dejéis aquí! ¡No quiero estar aquí! ¡Sacarme! ¡Socorro! ¡No quiero morir!

Mi voz me duele, se apaga, no puedo más. Los ojos me pican, las lágrimas han caído y estoy seco por dentro. Nadie me quiere, estoy condenado. Es mejor que cierre los ojos otra vez. Suspiro amargado, el cansancio me ha vencido, los párpados me pesan, me siento morir abandonado.

— ¡Cariño! ¡El niño por fin se ha dormido!


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