Recuérdame para siempre-Yato y Hiyori

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Serie: Noragami
Pareja: Yato y Hiyori
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Hiyori Iki se situaba en el escritorio de su habitación inmersa leyendo.

Debía estar estudiando para el examen de geografía que tenía en dos días, en cambio se encontraba releyendo por onceava vez su diario íntimo.

El diario comenzó a ser escrito por ella un año atrás, poco antes de conocer a Yato y a Yukine.

Se reía con las idioteces que escribía cuando era más pequeña sobre el amor de su vida aún no encontrado, sobre el hecho de formar una familia en el futuro más apegada que la suya particular, y dónde expresaba tener una boda de ensueño y algunos perros en una hogareña casita adosada, con un espacioso jardín.

En ese entonces no sabía todo lo que se estaba perdiendo, lo descubrió al conocer a Yato, el Dios más pobre pero más animado del universo, él le mostró a Hiyori un mundo totalmente oculto de la humanidad, que estaba repleto de espectros, fantasmas, tesoros sagrados y dioses.

Una aventura constante la aguardaba cada día, lo que conseguía que sus jornadas pasarán de ser monótonas y bastante sencillas a intensas y llenas de trepidante acción.

Al fin, llegó a la parte del cuaderno en la que vio por primera vez a Yato, lo describía como un chico raro en chándal que perseguía a un gato escurridizo, plasmó en la hoja del diario que se trataba de un joven muy guapo, que sus ojos eran de un enigmático azul y que no parecían ser de este mundo por lo mucho que lograban destacar. En el momento en que un camión se precipitó contra él, impulsada por una necesidad superior al propio razonamiento, cometió la temeridad de apartarlo de la carretera, convirtiéndose la joven de este modo en la accidentada y en la víctima del atropello. En aquellas páginas escribió, con ingenuidad, que apenas había sufrido magulladuras, y lo contenta que se sentía por no tener que asistir a clase en unos días.

Ahora entendía que él la había sanado, en agradecimiento por querer salvarlo. Páginas más adelante describía como él la sacaba de quicio, como ella había solicitado su ayuda para recuperar su vida normal, y como, poco a poco se había sumergido hasta las trancas en esa locura de universo paralelo en la cual todos los espectros te atacaban y fácilmente podías morir.

También había escrito sobre Yukine, cómo lo había visto renacer como tesoro sagrado, y el cariño que le había cogido, Yukine era mucho más agradable con ella que el Dios Yato.

Hiyori cerró su diario, cuando su madre le pidió que la ayudara a hacer la cena.

La adolescente, diligente, bajó a la cocina y realizó todo lo que su madre demandó al pie de la letra. Una vez cenada, regresó a su dormitorio, dispuesta a reenganchar la lectura de su diario por donde lo había dejado ya que ahora venía la parte más emocionante.

Cuando visualizó su escritorio y no lo halló allí, que era el lugar dónde en un principio lo había puesto, entró en pánico.
Se separó de su cuerpo dejándolo inconsciente y tendido sobre su cama y, con su forma espiritual, salió por la ventana en busca de Yato, ya que estaba completamente segura de que él se lo había quitado.

Estaba furiosa, cuando lo pillara se iba a enterar, le iba a dar una buena patada.

Había sentimientos muy íntimos escritos en ese pequeño cuaderno de carátula florida, y le daría menos importancia al asunto si esos sentimientos amorosos y cursis fueran dirigidos a algún muchacho de su clase.

Pero no era así.

Si el Dios que le había robado su diario secreto leía algunos de los fragmentos, o mas bien textos sobre él, porque le había dedicado algunas páginas exclusivamente, enumerando sus mil cualidades y sus escasos defectos, la joven se metería en un gran problema. En el mejor de los casos, Hiyori seguiría saliendo con ellos, pero ya no podrían mirarse a la cara, en el peor de ellos, Yato la repudiaría y la despediría del grupo, sin desear cuentas con ella. Hiyori apresuró la velocidadhasta llegar a la casa de Kofuku y Daikoku, donde Yato y Yukine viviendo de ocupas.

Lo que pudo ser (One Shoots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora