Nadie tiene que saber-Manji y Rin

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Pareja: Manji y Rin
Serie: La espada del inmortal
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Perseguir a los miembros del ittou Ryu, pero sobre todo a Anotsu, su líder, se les estaba haciendo muy difícil a la joven Rin y a su guardaespaldas Manji, ya que a quién pretendían asesinar era de lo más escurridizo.

Además, el dinero para ambos no era ilimitado, y comenzaban a darse cuenta de ello al percatarse de como desaparecía conforme iban llevando a cabo sus viajes.

Rin tenía claro que vender su cuerpo a hombres para obtener monedas no era una opción, a pesar de que casi todas las mujeres que había conocido lo hacían o lo habían llegado a hacer en el pasado. Sin embargo, la joven nunca se rebajaría a ese nivel.

Al principio sí se lo planteó, o al menos lo pretendió. Quiso entregarse a Manji, su fiero guardaespaldas, para el logro de mencionados servicios por parte del inmortal e impulsada por la desesperación, la rabia y su propia sed de venganza, pero cuando él la abofeteó se sintió muy avergonzada por su indignante conducta, y al confesarle que le recordaba a su hermana la niña comprendió que él la ayudaría sin obtener nada a cambio, sólo por simple humanidad.

Había llovido bastante desde aquel primer día que se conocieron, ya había pasado mucho tiempo, habían muerto varias personas del Ittou Ryu y la relación entre ellos se había consolidado y estrechado. Rin estaba completamente segura de que su elección de guardaespaldas había sido la correcta.

Los dos solían viajar juntos. Solo se separaron esa vez en la que Habaki capturó y encerró a Manji para investigarlo en una mazmorra del castillo de Edo.

La chica se percataba de como Manji la había mirado a veces, era como si viera a otra persona totalmente distinta a la que había conocido hacía meses en su choza. La miraba con una profunda curiosidad, en ocasiones se quedaba observando ensimismado partes de la anatomía de la muchacha como sus pechos o su trasero. Rin fingía no darse cuenta de aquellos escrutinios por parte de su maestro y guardaespaldas, porque sabía que enfrentarse a la pregunta era mucho mas embarazoso para ambos compañeros que el hecho en sí.

A Rin tampoco le importaba tanto que él la observara de esa manera, porque al fin y al cabo, eso hinchaba su ego de mujer, y además, una parte de ella se regocijaba de que fuera su guardaespaldas concretamente quién le prestara esos lascivos escrutinios, ya que el inmortal había sido su amor platónico desde la primera vez que lo vio empuñar su espada, para protegerla y asesinar por ella y su causa.

Se enamoró de Manji casi desde el principio, sin embargo, no se dio cuenta de ello hasta bastante después, cuando lo echaba de menos de forma poco profesional y la lejanía entre ellos se le hacía insoportable.

Al aceptarlo, su guardaespaldas protagonizaba tanto sus días como sus noches cuando era vencida por el sueño, porque él siempre estaba presente en todos y cada uno de sus pensamientos.

Le tenía un cariño especial a ese hombre y odiaba cuando sus celos lo hacían evidente para todo el mundo menos, al parecer, para él.

Manji jamás le había insinuado nada sobre sus sentimientos respecto a ella, ni había invadido su espacio nunca, ni siquiera se atrevía a tocarla más allá de apartarla de un ataque enemigo, o ayudarla a subir un terreno escarpado.

El samurái, a pesar de su apariencia tenaz y su semblante siempre gruñón, era respetuoso y leal con Rin.

Desde la perspectiva del guerrero inmortal, lo cierto era que estaba casi ciego y la prueba de ello era la visible ausencia de uno de sus ojos, pero su único ojo le funcionaba a la perfección, por lo que no podía evitar contemplar el estirón que había pegado en escaso tiempo su aprendiz y protegida, Rin. En algunos meses había pasado de niña a mujer, y tanto sus cambios físicos como mentales eran demasiado contundentes y fáciles de apreciar por él.

Lo que pudo ser (One Shoots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora