Capítulo 3

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El sol entraba a través de las delgadas cortinas, pero aun con los tenues rayos de éste no se podía evitar el frío de la mañana

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El sol entraba a través de las delgadas cortinas, pero aun con los tenues rayos de éste no se podía evitar el frío de la mañana. Otro día más en la aburrida y monótona vida de Rex. Pero esta mañana no trascurría como las de siempre, en vez de ser despertado con el estruendoso ruido de una alarma o los gritos histéricos de su madre fue por un buen golpe; cayó al suelo luego de tanto revolverse en su cama.

Un ruido sordo se escuchó al momento de caer, Rex abrió los ojos con brusquedad al sentir el duro suelo, sus lindos ojos verdes se cristalizaron por completo; las lágrimas corrieron por sus mejillas, en ese momento era inevitable no llorar pues había caído sobre su espalda, la cual estaba resentida por lo de la noche anterior. Rogaba que su padre no entrara a la habitación y le viese así, porque seguro estaba que recibiría otro golpe por llorar como «una niñita».

— ¡Ugh! ¡Maldita sea! —gruñó Rex, pues hasta segundos después pudo articular una maldición.

Se intentó levantar, pero no podía, había quedado prácticamente inmóvil por el dolor que le recorría todo el cuerpo. Unos pasos acelerados se escucharon por el pasillo, Rex se sobresaltó, temía que fuese su madre o padre los que entrara y lo vieran así. La puerta de la habitación de Rex fue abierta de una forma abrupta. Eso no era nada tranquilizador para el jovencito.

— ¡Rexy, mi bebé! —exclamó una voz femenina desde la entrada. Rex reconoció al instante esa voz, y también recordó lo mucho que le irritaba ese mote.

— ¿Jane? —dijo esperando respuesta.

—Sí, bebé, soy yo. —respondió algo agitada.

Jane corrió al lado izquierdo de la cama donde estaba Rex aún recostado en el suelo, ella se puso en cuclillas y lo cogió por los brazos, su mirada transmitía genuina preocupación cosa que él quería evitar, que ella se preocupase tanto por sus gilipolleces. Lo que él no sabía era que ella se sentía culpable por todo lo sucedido desde la fiesta hasta lo de esa mañana.

—No me mires así, no quiero que te preocupes por mí. —le reprochó Rex. Sus lágrimas corrían como pequeñas cascadas sobre sus mejillas hasta que bajaban por su barbilla hasta el cuello.

Esto no era sólo por el dolor físico, también era por el interno, su dolido corazón y su mente hecha un lío era algo que lo estaba matando lentamente.

—Rex, soy tú mejor amiga, casi tu hermana, es prácticamente inevitable no preocuparme. —Jane sonrió a la vez que cogió algo de aire, pues levantar a un chico más alto y pesado no iba a ser fácil.

Él sonrió de lado, Jane siempre sabía cómo animarlo.

Ella lo levantó del suelo y lo dejó caer sobre el suave colchón de la cama, Jane se tumbó sobre Rex, descansado así sobre su pecho. Después de gastar sus energías necesitaba un descanso.

Rex suspiró cansado, abrazó a Jane y aspiró su delicioso aroma a vainilla. Pero mientras estaba sumido en un momento de tranquilidad se coló por un breve instante el olor a la colonia de Bill, aquella tan hipnotizante y varonil que se cargaba. Eso era muy extraño, ¿acaso Jane usaba colonia de tío? Sin duda, eso era rarísimo. Aunque la verdad fuera dicha, no sólo esa opción corría por su cabeza, sino otras que tenían muchos más fundamentos lógicos.

Drugs and love© [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora