Capítulo 27

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Los sábados por la tarde el frío viento resoplaba e iba contra las ventanas, provocando estrepitoso ruido en éstas

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Los sábados por la tarde el frío viento resoplaba e iba contra las ventanas, provocando estrepitoso ruido en éstas. Rex observaba con aburrimiento el exterior de su hogar, el cual temía experimentar; las calles, lo poco que se podía percibir del jardín y algunas personas que caminaban en la acera. El ruido de los coches le provocaba escalofríos, y todo gracias a aquel chico de mirada gélida. Suspiró pensando que ya era tarde y su amado no hacía acto de presencia, el color del cielo sólo lograba frustrarlo. Aunque era de admitirlo, estaba mejor si no llegaba temprano, pues no deseaba que su madre y prima le acosasen como ya lo tenía en mente, además de ser adulado por su padre.

¿Por qué? Porque era perceptible que Bill era un campeón innato en cuanto deporte se refería, pues físicamente lo demostraba, y mentalmente demostraba a un joven genio y futuro líder (tirano). Otro suspiro se escapó de sus labios, pasó sus dedos por estos, tocando aquel manjar que Bill amaba devorar con un tremendo placer sobre sí. Y Rex no le negaría tener ese placer.

—No entiendo el porque te gusto, Bill... —susurró viendo el exterior, pero ahora con un brillo peculiar en sus ojos—. Pero me gusta sentirme así. Todo tuyo.

Su paradisiaca paz se detuvo al escuchar el sonido de los zapatos de tacón dando golpeteos al suelo de madera, y no era el ruido de un par, sino de dos pares, aunque el otro se escuchaba más ligero, supo con rapidez de quienes se trataban. Levantó la mirada y con estupor vio a las dos féminas más perfeccionistas, malvadas y doble moral que en su vida pudo conocer, aun con ese pensamiento, Rex colocaba a su madre en un altar de flores y belleza, se sentía hipócrita, pero ella no sólo era la mujer que le educó y enseñó cosas de la vida (las cuales fueron muy pocas, poniendo en una balanza las mentiras que le dio del mundo real), no, ella también era la mujer que le concibió.

Todo esto para luego dejarlo en soledad al ver a su agraciada prima.

—Mamá, ¿a dónde van? —preguntó levantándose del sofá, las mujeres le ignoraron, pasando de él. Rex no se rindió y volvió a preguntar, pero ahora más fuerte—. ¿A dónde vas, mamá? —Lo volvió a ignorar, sin detener el paso—. ¡Oye, Mamá!

La mujer al escuchar nuevamente la voz de su hijo detuvo sus pasos, rodó los ojos y con delicadeza se giró sobre sus pies, para verlo y hacerse la desentendida. Esto sin ocultar su molestia.

— ¿Qué quieres, Emilio? —Rex enarcó una ceja y con hastío volvió a repetir la pregunta, lo que su madre considero algo ridículo, teniendo en cuenta que le ignoró, mas si escuchó—. ¿No es obvio, cariño? Iremos a la peluquería y al centro comercial para comprar unos cuantos accesorios.

— ¿Con eso te refieres a dejar a papá sin un centavo en la tarjeta de crédito? Porque le veo muy probable. —Annette sonrió con desagrado, a la vez que le propinaba un golpe en la cabeza a Rex—. ¡Auch! —se quejó el niño, frunció el ceño y con un puchero gritó—. ¡Papá, mamá me ha dado una ostia!

Rex colocó su mano en su cabeza, donde recibió el golpe, Annette comenzó a regañarlo por acusarla con Dexter, quien no tardó en aparecer en el salón, Melanie lo saludó mientras contenía la risa plagada de sorna por la absurda pelea que se llevaba a cabo, Dexter se acercó a ambos y los separó, mandándoles a callar con esa acción.

Drugs and love© [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora