Capítulo 22

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Los edificios de la gran ciudad neoyorquina iban desapareciendo, pues ya se había sobrepasado el linde y con ello las enormes estructuras se convertían en pequeñas casas y a la lejanía se podía ver un edificio de tres plantas, ahora las transitada...

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Los edificios de la gran ciudad neoyorquina iban desapareciendo, pues ya se había sobrepasado el linde y con ello las enormes estructuras se convertían en pequeñas casas y a la lejanía se podía ver un edificio de tres plantas, ahora las transitadas aceras y calles eran las más ausentes, casi nadie se le veía por las lúgubres calles, ya que eso no era parte de la ciudad, sino un vecindario muy alejado de lo que podría denominarse como «lugar seguro».

Cuando Rex creyó no ver a nadie, pudo localizar a unas cuantas mujeres paradas en las esquinas de las avenidas, luciendo sus cuerpos con ropas muy reveladoras, las faldas y camisetas de su prima no eran nada comparado a lo que llevaban puesto esas mujeres. Rex no sabía que eran, pero en más de una ocasión le llegaron pistas; hombres con las hormonas hirviendo y preguntándoles a esas féminas el precio de su piel. El niño formó una expresión de pavor al notar lo ya evidente, estaban en un lugar de peligro.

Rex sabía que su amado demonio era alguien impredecible, estaba considerando con mucha seriedad eso de tenerle «temor», pero la verdad fuese dicha; desde que lo vio, desde el primer roce de sus pieles, comenzó a temblar y amar con cierto descontrol a ese chico desastroso.

El joven ángel sintió el miedo inundar su sistema nervioso sin aviso alguno, estar en un lugar desolado con Bill era alerta roja para ambos, pues sabía que había algo que hervía más que la ira en el libertino. Rex tragó saliva al sentir como el coche se detuvo, aparcándose frente a un portón de malla, oxidado y muy dañado, era seguro decir que el tiempo no había sido amable con él. El adolescente de mirada gélida salió del coche y fue hasta el portón, ahora se notaba que éste se mantenía sellado con una cadena y un candado de metal. Rex observó a Bill, esperando una escena de furia tratando de tirar la puerta a patadas, pero para su sorpresa, el demonio sacó una llave de su bolsillo trasero y la insertó en el candado.

Bill sin perder su colérica manera de actuar, le pegó una patada al portón, abriéndolo por completo, y éste sin poner resistencia alguna ante la fuerte patada del joven. El ángel seguía con los ojos puestos en él al momento de verlo regresar, entró nuevamente al coche y no articuló oración o palabra alguna, simplemente siguió avanzando, el pequeño ángel tragó saliva al ver como el demonio se encaminaba a un lugar donde las bodegas cerradas predominaban, todo estaba lleno de cajas de madera abiertas, era de pensar que ambos estaban en presencia de las muchas fábricas abandonadas alejadas de la ciudad.

El coche siguió hasta ser aparcado frente a una bodega, sólo que ésta era diferente, no sólo en tamaño sino también en aspecto. No era continua y cuadrada como las demás, era enorme y tenía forma de granero, lo curioso era que ésta si tenía la persiana abierta, se podía notar muebles en su interior, ¿dónde estaban? Y ¿qué había en esa bodega?

— ¿Dónde estamos? —preguntó Rex con la voz quebrada por los nervios quienes afloraban en su lengua. Ante esa pregunta Bill sonrió, y encogiéndose de hombros respondió.

Drugs and love© [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora