El libertino tenía la mirada en un punto fijo, y era en aquel pequeño ángel que con mucho esmero trataba de ocultar sus más profundos deseos por ser poseído. Él anhelaba que ese vehemente y varonil demonio le abrazara con esos brazos fuertes y manchados de tinta, deseaba que esos labios rojizos recorrieran su piel, marcándola numerosamente, pero sin duda, quería que inundara su interior con aquella dolorosa pero placentera fogosidad que sólo él podía concederle. Porque sólo ese demonio lograba acabar con su cordura, dejando que se entregara sin dudarlo a él para ser usado a su gusto.
Y ahí estaban, ambos tentándose de forma indirecta, Rex con la simple bata de hospital sobre su cuerpo, sin nada por debajo de ella, y Bill con la camisa abierta, mostrando su abdomen marcado y algunos tatuajes, a la par de tener el cinturón desabrochado. Los dos jóvenes estaban devorándose con la mirada, así que sin poder soportarlo más, Bill se acercó hasta los labios de Rex, quien se apegó al cuerpo ajeno para comenzar el beso más guarro que podía imaginarse, ya que el demonio comenzó a ponerse violento, no dejaba de lamerle y morderle los labios, haciendo que soltase suspiros de mero placer.
Rex enrolló sus piernas en la cadera de Bill, buscando que algo más surgiera entre ambos, no había sido buena idea quedarse solos en una habitación cerrada y solitaria. Bill se quitó la camisa a la par de desabrocharse el pantalón y sacarse el cinturón, cogió ese último entre sus manos y lo jugó ante los ojos de Rex, quien lo miraba con terror, ya que no sabía que podía hacer con aquel objeto. Era de predecir que lo lastimaría, pero al contrario, aquel cinturón sirvió para atar sus manos, dejándolo a merced de aquel libidinoso demonio.
Bill sonrió al verlo allí, con el rostro cubierto por un tierno arrebol y la mirada desviada de sí, era obvio por qué no quería verlo, pues eso indicaba tener que soportar esa mirada cargada de frialdad combinada con el deseo que sentía por poseer su alma. El demonio descendió los besos por el cuello hasta el pecho de Rex, pero no pudo continuar gracias a la bata que tenía puesta, así que el joven de mirada fría levantó aquella tela, dejando para su complacencia una vista del cuerpo totalmente desnudo de su amado ángel. Aquel era tan delicado y hermoso que era imposible dejar de ver esas cuervas impropias de un chico, pero aquello era gracias a su mala alimentación.
- ¡No hagas eso, Billy! -gritó Rex con el rostro totalmente enrojecido por la voraz vergüenza que comenzaba a comérselo vivo-. Bill..., no... m... me mires así...
- ¿Cómo me pides eso? Admirarte es muy excitante, pero tocarte se ha de sentir mejor, ¿no, Dino? -cuestionó el libertino con ese tono que volvería loca a cualquiera, pasó, entonces, sus cálidos dedos por el abdomen de Rex, quien no pudo evitar estremecerse.
-Venga, es más guay ver que tocar, ¿No James...? -Rex no pudo entonar la última parte de forma firme, ya que Bill se había metido bajo aquella bata para comenzar a besar su pecho-. ¡Agh! ¡No... n... no sigas!
Bill hizo caso omiso a sus peticiones, que más parecían ser dulces gemidos que palabras comprensibles. El demonio pasaba su lengua y dientes por el torso pálido de Rex, quien no quería gemir, ya que podía llamar la atención en todo el hospital, así que se mordió el labio para evitar que esos hermosos sonidos saliesen, Bill por su lado comenzó a mordisquear uno de sus pezones mientras que con una mano pellizcaba el otro. El pequeño no podía soportarlo más, el calor le amedrentaba.
ESTÁS LEYENDO
Drugs and love© [Corrigiendo]
Romance[Drugs and love] Dime..., ¿vivirías un infierno solo por amor? Bill Foster, bautizado bajo el mote de Satán, es el chico más popular en el instituto y con la peor reputación: es problemático, volátil, grosero, agresivo, disfruta de infligir dolor y...