Las estrellas adornaban el cielo nocturno, y la luna hacia acto de presencia, iluminando las penumbras del cielo, dando lugar a una hermosa noche. Por cómo se veía se podría especular que eran las seis de la noche, pero para cualquier adolescente se le sería difícil ver el reloj por lo atontado que estaría ante los nervios de la primera cita, en este caso no; ambos chicos estaban tan ocupados lanzándose furtivas miradas, que decían todo lo que no podían expresar con palabras. Ambos concluían en algo, y rogaban porque la noche fuera eterna, que los minutos se congelaran y el dios del tiempo le cediera el puesto al diablo, sólo para poder pasar más tiempo con aquel tierno ángel que con las alas rotas, sonreía sin preocupación. Ambos querían ser dueños del mundo, aunque sea por una sola noche.
Alrededor podían escucharse diversos sonidos, en el aire se podía olfatear dulces olores y a la vista, varias personas caminando, comiendo, hablando, en sí, siendo felices. Pero eso era lo menos importante, pues el joven demonio no tenía mirada para otro que no fuera Rex, lo observaba mientras degustaba su última galleta con total desconcentración a su mirada fija, él parecía estar feliz, aún más que las personas quienes les rodeaban, parecía estar sumido en la alegría del momento, olvidando sus preocupaciones futuras, olvidando a sus padres. Aquello le provocaba a Bill una extraña sensación; que parecía ser que su corazón golpeaba a su cerebro, quitándole el puesto. Aun así, muy en el fondo quería salir corriendo, dejando al contento angelito a su suerte, ya que sus sentimientos comenzaban a darle miedo, pues aquel mortificante calor invadía su rostro al pensar que se estaba enamorando de un niño como él.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó Rex, dedicándole una mirada de preocupación, Bill negó con la cabeza, estaba tan sumido en sus pensamientos que olvidó que estaba frente a la persona causante de sus terribles mareas de emociones.
—Sí, simplemente el olor a azúcar me asquea. —masculló Bill mordiéndose la uña del pulgar, desviando su atención del tierno niño frente a él.
Rex seguía preocupado, esta cita no era como hubiese querido, pues no deseaba ver a Bill con hastío y malhumor, al contrario, anhelaba sacarle una sonrisa y tal vez recibir unos cuantos besos, así que pensó en cómo cambiar la situación actual, por una más romántica. Lamentablemente sus pocos conocimientos (por medio de la televisión) sobre las citas, fueron formateadas de su mente, dando lugar a soltar cualquier cosa al azar.
—Vale, entonces salgamos de aquí, emmm... te toca elegir, así que, ¿adónde iremos? —interrogó con cierto nerviosismo en su voz, curvó la comisura para denotar menos su inseguridad.
Bill se apoyó en las palmas de sus manos, fingió pensar por breves segundos, pues desde el comienzo de esta extraña cita él tenía en mente el lugar que visitarían por la noche. Chasqueó los dedos a manera de expresar que ya tenía una idea de lo que harían, Rex enarcó una ceja a la par de sonreír con confusión, esperó a que Bill dijese algo, pero el libertino sonrió y dijo.
—Es una sorpresa, así que tendrás que contener la curiosidad, Dino. —rio ante lo dicho, pues había provocado un puchero de mero capricho en Rex—. Y me asegurarse que sea sorpresa.
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Drugs and love© [Corrigiendo]
Romance[Drugs and love] Dime..., ¿vivirías un infierno solo por amor? Bill Foster, bautizado bajo el mote de Satán, es el chico más popular en el instituto y con la peor reputación: es problemático, volátil, grosero, agresivo, disfruta de infligir dolor y...