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No hay, analizándolo desde el punto de vista geográfico, una gran distancia entre San Fransokyo y Santa Cecilia. Aunque este es sólo un cálculo relativo, comparándolo con otras distancias mayores. Aun así, ambas ciudades parecían mundos totalmente diferentes. Cada una con su propio estilo de vida, adecuado a sus circunstancias. Dicho lo cual, no era extraño que sus habitantes fueran diferentes también.

Miguel estaba consciente de esto. Hiro y él habían sido criados de formas y en ambientes distintos. Era natural que a veces no entendieran las costumbres del otro.

Él, por ejemplo, era incapaz de entender la rutina mañanera del Hamada.

Cada mañana el despertador sonaba a las cinco con treinta. Hiro estiraba el brazo y ponía el aparato en pausa durante cinco minutos. Hecho esto, volvía a acomodarse sobre la cama. Y abrazaba por la espalda a Miguel.

Eran abrazos dados con bastante fuerza y una ternura extraña, una que no mostraría si los dos estuvieran despiertos. Hiro también enterraba le enterraba la nariz en el cuello e inhalaba delicadamente. Quería memorizar su esencia. Así, sin importar a dónde fuera, podía llevar al mexicano con él. Le besaba los hombros y lo único que Miguel podía hacer es quedarse allí, entre sus brazos.

Luego el despertador sonaba y el hechizo se rompía. Hiro se levantaba a prepararse para su clase de las siete mientras el mexicano permanecía en lecho un poco más; sus clases empezaban más tarde.

Y así cada día.

Disfrutaba bastante de esos momentos con su novio. Sin embargo, no comprendía porque tenía que involucrar tanto al despertador. ¿Acaso era una costumbre de japonesa extraña o algo así?

Una mañana que Hiro estaba más cariñoso de lo normal, por fin le preguntó.

—¿Porqué siempre haces esto? ¡Sólo programa tu alarma para más tarde!

El nipón-americano, con los labios aún pegados a la piel de Miguel, respondió:

  — Algún día ya no habrá cinco minutos más. Quiero pasar contigo cada minuto que tenga  y poder abrazarte, aunque ambos estemos sólo medio despiertos.

Ante esa declaración. ¿Que otra cosa podía hacer Miguel además de quedarse allí, entre los brazos de HIro?

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Pd: Aquí tienen 22 y 20 años. ~
Pd 2: Esta idea esta basada en un prompt que encontré vagando por tumblr

Creo que me quedó OOC. 

Gracias por leer. 





Higuel DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora