Banba

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Enokida le había hecho una vez esa pregunta: "¿Qué té gusta de Banba-san?", en ese momento no respondió nada, se limitó a responder un "nada" y cambiar el tema. Pero la verdad era completamente diferente.

Lin amaba a Banba en su totalidad. Amaba lo tonto y molesto que llegaba a ser, amaba cuando le jugaba bromas y cuando se mostraba afectuoso aun en público en medio de muchas personas. Amaba verlo celoso por cualquier pervertido que le mirara por mucho tiempo, le gustaba escuchar como Banba le decía que se veía hermoso con cualquier cosa que se pusiera, incluso si era un saco de papas Banba le decía que se era la persona más hermosa en el mundo.

Amaba despertar y sentir el molesto cosquilleo del cabello de Banba en su rostro, sus brazos rodeando su cintura dejándole sin ningún escape. Amaba verlo entrenar en las jaulas de bateo, verlo sin su Jersey y ver su cuerpo lleno de sudor le hacia sonrojarse (aunque siempre le gritara que era asqueroso y que no lo tocara) y esos tics que tenía cuando estaba concentrado en algo.

Amaba verlo en el ridículo uniforme rosa de los Ramens, verlo jugar lo himnotizaba, observar cada movimiento de Banba en un partido. Lo mismo cuando trabajaba como el Niwaka Samurai, estar a su lado en su trabajo nocturno era algo que amaba, tenía que evitar de todas formas posibles no llorar cuando veía a Banba herido, en lugar de eso lo regañaba llamándole idiota cuando realmente quería decirle "Tenía miedo que me dejaras" como aquel día en el que se volvieron pareja.

Más que nada Amaba los momentos íntimos que tenian, esos en los que se recostaba en el sofá abrazados sin decir nada, solo disfrutando de como pasaban los minutos, de la calidez de los brazos del otro y el palpitar de su corazón.

Amaba la otra cara de su amante, sentir su mirada llena de lujuria sobre su cuerpo, sus manos recorriendo cada centímetro y dejando marcas que luego vería en el espejo y, sintiéndose avergonzado, gritaría a Banba mientras tomaba lo primero que tenía en la mano y se lo arrojaba. Amaba la sensación de tenerlo dentro, las primeras veces fue doloroso al principio, pero al adaptarse sentía tocar el cielo con cada movimiento, el camino de besos que iniciaba siempre en sus labios bajando por el cuello, pecho y abdomen, la traviesa lengua de Banba jugando en medio de sus piernas volviéndose loco. Amaba la cálida sensación de ser llenado por el su pareja y sentir como se entregaban el uno a las otro por completo sellando una silenciosa promesa con un último beso cada noche. Un para siempre.

Lin nunca seria capaz de decirlo con palabras, trataba de demostrarlo con actos la mayor parte del tiempo, pero amaba que Banba lo entendiera, que él viera más allá de su máscara y viera al verdadero Lin. Por eso amaba a Banba más que a nadie en ese mundo.

Continuará...

Rutina (HTR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora