Capítulo 26

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Cómo no, era Jesús. Cogí mi bolso y nos metimos en el taxi. Al parecer el sitio estaba lejos y no podíamos ir andando. Por el camino ninguno decía nada, ambos íbamos mirando por la ventana el paisaje. Al llegar, todo era precioso, me había llevado a una granja en mitad del prado. 

-Jesús: Te he traído a montar en caballo, este establo es de un familiar mío.

-_____: Que guay, me encanta.

Le sonreí y me dirigió hacia uno de los establos. Allí había un hombre muy amable, que nos dejó escoger el caballo que quisieramos. Yo escogí uno blanco como el cielo, se llamaba nube y Jesús escogió uno de color marrón, también precioso. Nos subimos a los caballos y nos pusimos rumbo a dónde Jesús me guiaba. Sabía montar a caballo porque, de pequeña iba con mis abuelos a dar paseo por el monte.

Llegamos a un lago y él dijo de bajarnos los dos. Dejamos a los caballos a un lado comiendo y nos fuimos a sentar en la hierba. El día era perfecto, hacia solecito y el lago resplandecía bajo ella. Él traía una mochila, dónde al parecer traía unos zumos y unos sándwiches. Me pasó uno y empezamos a comer ambos. 

Más tarde, empezamos a hacer una ronda de preguntas para conocernos más y estuvimos riéndonos muchísimo. Cuando vimos que eran las 1 de la tarde, volvimos a coger los caballos y pusimos rumbo al establo. Después nos llevaron a casa, y yo le ofrecí a Jesús a quedarse a comer en mi casa. Comencé a sacar los alimentos y mientras yo hacia la comida él me ayudaba. Todo era un ambiente de risas y canciones que se escuchaban de fondo, mientras nos movíamos por la cocina. Sin querer tiré un vaso al suelo y al acercarme para recogerlo me resbalé. Él me agarró del brazo para que no me fuese a caer y nos quedamos muy juntos. Podía sentir su respiración junto a la mía, nos fuimos acercando hasta que tocaron al timbre. Nos separamos y le dije que fuera a abrir la puerta mientras yo recogía el vaso. Volvió transcurridos unos minutos y traía un ramo de rosas en las manos.

-Jesús: Sé que no estas en el mejor de los momentos, así que mandé a Dani a que comprase esto para ti.

-_____: Oooh, muchas graciiias.

Me sonrojé y le abracé. Nos quedamos así por unos minutos, hasta que volvimos a la cocina a comer. No podía dejar de sonreír, ¿me estaba empezando a enamorar de él? Pues sí, y tenía que empezar a aceptarlo. Después de comer, estuvimos recogiendo y fregando juntos. Más tarde, él se fue y yo fui al aeropuerto a recoger a mis abuelos. En el camino, no podía dejar de pensar en él. Me había alegrado el día y me gustó muchísimo su detalle.

Mi Ángel, Mi Salvador (GEMELIERS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora