Capítulo 4: Pesadilla

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El aire se sentía asfixiante, oprimiéndole las vías respiratorias. Parpadeó un par de veces antes de darse cuenta que estaba de rodillas sobre un suelo empolvado y lleno de escombros; intentó moverse pero sus piernas no respondían, limpiarse el sudor de la frente, pero sus manos no ascendieron más de la altura exacta en la que pudo verlas claras como el agua.

Un rojo carmesí espeso se escurría chorreante entre sus dedos; incluso con el casi nulo uso de sus sentidos, había matado lo suficiente como para reconocer ese color entre miles. Sin embargo ese fluido se sentía diferente, tan gélido que le quemaba la piel.

Thor comenzó a entrar en pánico al verse incapaz siquiera de hablar, sus labios simplemente permanecían entreabiertos aún con las palabras luchando por atravesarlos. Todo parecía reproducirse al igual que una película en la que más que el protagonista, era el principal espectador; creía incluso oír golpes y gritos a su alrededor sin llegar a distinguir frases coherentes.

Tratando de hacerse a la idea de lo que sucedía, intentó tranquilizar su exaltado corazón, mas sus esfuerzos se vieron frenados al percibir un par de ríos cristalinos descender por sus bronceadas mejillas. Le fue imposible secarlos, sus extremidades parecían no pertenecerle, pero incluso esto hubiese sido en vano ya que las nubes tormentosas sobre su cabeza comenzaron a tronar y empapar con su fuerte lluvia, todo sobre la tierra.

Su pecho sufría, un dolor profundo e insoportable, nada similar a alguno anteriormente conocido. Con su mano aferrándose a donde provenía esa molestia agobiante, su cuerpo se movió por sí solo, desesperado, tambaleando por alcanzar el objeto frente a él.


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Los ojos escarlatas parecían mirarlo aún en su estado inerte. A pesar que su mente se encontrara impactada ante la criatura que transmitía muerte, eso no detuvo la escena que continuó con sus manos paseando la superficie congelada de aquella cabeza de dragón, la cual iba deteriorándose a su tacto. No tardó en deducir que el líquido en sus manos pertenecía a la bestia.

"¿Lo he matado yo?". Pensó Thor intranquilo ante la mera idea.

No recordaba tal suceso, de hecho estaba completamente seguro que nunca había visto un dragón de Hielo ya que el último de ellos, había muerto desde mucho antes que el fuese concebido; pero sobre todas las razones que se negaban a aceptar que esto había sido obra suya, era el que simplemente no se veía cometiendo tan atroz acto.

Thor no era de mucho leer, pero en su memoria permanecían los cuentos obsequiados por su madre en sus épocas pueriles; Los libros solían ser más dibujos que letras, sin embargo habían influenciado gran parte de su niñez, especialmente aquellos donde se hablaba de esas criaturas legendarias de antaño. Siempre había soñado el ver con sus propios ojos uno de esos seres, incluso ante las recurrentes advertencias de su padre reiterando lo peligrosos y letales que eran, razón misma de su extinción.

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