Capítulo 8: Avistamiento

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Frigga arrancaba con sumo cuidado, otra mandrágora y de la misma manera que lo hacía desde hace 30 minutos, la durmió y depositó en la cesta de gran tamaño que cargaba su hijo sobre su espalda.

—¿Sabes, madre?, tal vez no sean necesarias tantas—Se quejó el rubio, sobándose el cuello y arqueando la espalda con un fuerte crujido; esa era la décima mandrágora que desenterraban esa tarde.

La mañana había pasado tranquila, el almuerzo fue un deleite lleno de paz y armonía, el sol y las flores no podían haberlos rodeado con un mejor esplendor; pero entre todo, fue la compañía de su madre lo que hizo tan preciado ese momento, una sensación de regocijo sano para variar, luego de meses de misiones sangrientas.

Él atardecer asomándose en el horizonte, el cielo rojizo reflejado en los riachuelos que serpenteaban a su alrededor, fue el aviso que era hora de regresar al palacio.

—¿Realmente el poderoso dios del trueno, está pataleando por unas cuantas plantas?—Comentó risueña—No podemos desperdiciar todos esos músculos; no, no, eso nunca.

Si fuese otra persona diferente a su madre, Thor ya le hubiese soltado su típico monologo sobre su bravía y poder, su fuerza y orgullo; pero siendo la mujer que lo crío, el principie se limitó a sonreír curvando la lengua, como buscando en su corto repertorio de réplicas, la más ingeniosa, per se inocente de todas. No obstante, justo cuando parecía haber dado con algo elocuente, sintió cierta pequeña humedad deshacerse sobre su brazo desnudo.

Thor bajó la mirada justo para ver la diminuta gota de agua resbalar sobre su piel; Su primer pensamiento fue lluvia, pero le bastó con ver los copos blancos aterrizar uno tras otro, para darse cuenta de lo que realmente ocurría.

Levantó la vista y con los ojos abiertos por completo, no dió crédito a lo que estos veían.

La lejanía rojiza era rápidamente remplazada por espesas nubes blancas, que se agolpaban con parsimonia, casi como un lento vals que bailaba sobre el espacio; y de cada una de ellas, comenzaron a caer incesantes cristales níveos que sin impedimento alguno, sumergieron en un espeso blanco, toda la naturaleza del entorno.

La temperatura de su cuerpo comenzó a decrecer, pero no de una manera drástica; había padecido peores climas que podían azotar a un hombre hasta matarlo, y este no llegaba si quiera a compararse con el de un invierno normal en Midgard

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La temperatura de su cuerpo comenzó a decrecer, pero no de una manera drástica; había padecido peores climas que podían azotar a un hombre hasta matarlo, y este no llegaba si quiera a compararse con el de un invierno normal en Midgard. Lo que hacía evidente el contraste, es que ese fresco difería por completo de la calidez cotidiana de su Asgard.

—¿Qué demo...—-Fue lo único que el menor logró articular, antes de que la sorpresa mutara a preocupación al ver el rostro Frigga—Madre, ¿Que sucede?¡—Thor preguntaba ya exaltado, sacudiendo los hombros de la mujer, tratando que ella reaccionara.

Al no conseguir respuesta alguna, dejó a sus propias divagaciones emerger en voz alta.

—El sol siempre han brillado sobre Asgard...es el único reino en todo Yggdrasil que goza de un natural y continuo verano....Aquí no nieva, esto no es posible...

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