Segundo Interludio

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Mos Eisley

El cuarto se encontraba en completa oscuridad, olores nauseabundos impregnados en cada esquina de aquel repulsivo calabozo. Los tosidos guturales hacían eco alrededor de cada celda 3x3 divididas por gruesos muros de acero; sangre, desechos y excremento fresco, reposaban esparcidos a solo centímetros suyo.

Súbitamente la pesada puerta de metal se abrió y luego varios insultos, las luces se encendieron enceguecedoramente, forzándolo a parpadear repetidas veces. Así mismo percibió la presencia de 3 seres ingresar a la mazmorra.

—Tú vas ahí, escoria¡

Un cuerpo pesado cayó a su derecha, para al instante ser envuelto por las cadenas y esposas electrificas, que le venían conteniendo desde hace poco más de un día; confirmando lo que ya se temía: No le permitirían disfrutar de su soledad en ese diminuto y repulsivo rincón del universo.

—Vamos tio¡—Bufó el hombre a su lado—¿Al menos puedes darle un mensaje a tu jefe?.

El sujeto en mención alzó uno de sus brazos y acompañado por la expresión más estúpida que alguna vez había visto, les levantó el dedo medio.

El sujeto en mención alzó uno de sus brazos y acompañado por la expresión más estúpida que alguna vez había visto, les levantó el dedo medio

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—Lo único que quiere Mammon de ti, es la paga por tu cabeza Star-Lord.

El carcelero cerró los barrotes, activó la barrera laser que la reforzaba y para finalizar, oprimió el botón rojo ubicado a un costado de la puerta.

El hechicero apretó los labios al sentir las intensas descargas eléctricas compartidas recorrer los nervios de su cuerpo. El daño era insignificante en comparación a los suplicios que había afrontado en el pasado, pero ciertamente no lo puso de mejor humor.

El granuja se alejó riendo grotescamente, olvidándose de apagar la iluminación.

—Provoca algo como eso otra vez y yo mismo te cercenaré el cuello—Soltó el azabache, dejando ver una de esas miradas que helaban la sangre.

—Oh vamos—Se burló el castaño—Un tío duro como tú, seguro que ha soportado cosas peores—El sarcasmo con el que se refería era evidente.

—Ojala ese cerebro vació te alcance para entender, que no me interesa tener un compañero de celda—Habló Loki con fastidio

—¿"Compañeros"?—Preguntó el mercenario levantando una ceja—Lo siento Vampira, pero yo soy un lobo solitario.

Un segundo le bastó para psicoanalizar la clase de persona con quien le habían encerrado. Loki ya sabía cómo aplacar la sátira que solo aceptaba si provenía de sí mismo.

—No me tientes Porky, que te puedo rebanar ese montón de grasa en una milésima de segundo.

Lengua venenosa—Bromeó el mercenario—Al menos no me aburriré.

—Yo por el contrario, maldigo a la puta mafia por haberme enclaustrado en este cuarto con el descendiente perdido del mismísimo Einstein—Replicó Loki manteniendo un semblante estoico—Humanos—Escupió lo último con desdén.

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