Perfecto

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Camus abrió sus ojos y su sonrisa se hizo gigante cuando sintió una presencia familiar a sus espaldas y un par de fuertes brazos se deslizaron suavemente alrededor de su cintura.

-¿Estás feliz, Camie?

Kanon susurró presionando un beso en su cuello

Camus giró dentro del abrazo y puso sus manos en los hombros de su esposo, sus músculos flexionándose ante el toque.

-Más que feliz, mi amor...

Murmuró y se acercó aún más, dibujando juntos una sonrisa en el largo y dulce beso que compartieron.

Se habían besado tantas veces, desde simples roces de labios que decían "Hola!", hasta más profundos y más brutales en la euforia de la pasión, intercambios de alientos y sabores que surcaban sus memorias... cada beso era especial, cada caricia era atesorada y éste no era distinto.

Camus suspiró suavemente mientras succionaba la lengua de Kanon, enredándola con la suya y atrayéndola hacia su boca, saboreando el calor y sabor que era distintivo de su amado... otro hermoso recuerdo de ese día...

Los besos fueron más suaves y juguetones

-¿Y qué hay de ti?

El más joven preguntó entre pequeños besos en el rostro de Kanon

-¿Feliz?

Kanon asintió, su rostro iluminado con rubor y sus ojitos entrecerrados al sonreir

-"Feliz" ni siquiera cubre el principio de lo que siento, Camie!

Levantó la cabeza cuando habló, claramente escuchando que una nueva canción comenzaba a sonar en el fondo.

Acercó a Camus a su cuerpo y comenzó a moverse lentamente con el ritmo suave de la melodía.

-Camie, yo no soy siempre bueno diciendo las cosas que siento pero... yo te miro y... luego tú sonríes y me haces ver qué afortunado soy... cuánto te amo, Camie...

Le susurraba al oído.

-Nosotros no necesitamos palabras... me has dicho que me amas miles de veces al día, con cada mirada, con cada gesto...

Camus se movía con la música y podía sentir el calor corporal de quién estaba presionado con él...

Y era verdad, cada sonrisa, caricia, hablaba más de los sentimientos de Kanon que lo que cualquier palabra pudiese expresar...

Sonrió ante la expresión encantadora de Kanon, superado como tantas otras veces, por el pensamiento de saber que ese increíble hombre era suyo así como él pertenecía a su esposo, en cuerpo y alma...

Sí, bebió de la visión de su amado y tropezando con sus propias palabras... sí, ese bello hombre era ahora "su esposo"!

-Sabes que luces maravilloso? Quitaste mi aliento cuando te vi en la playa... gracias por lo de hoy... ha sido perfecto...

-Gracias a ti, Camie! nunca he sido tan feliz en mi vida...

Dijo Kanon besando su frente

-Y aún no supero el discurso de Saga...

Su voz se quebró y volvió a besarlo en la mejilla.

-Fue increíble... más allá de lo increíble!

Obviamente Saga sería el padrino de su gemelo; cuando llegó el momento de su discurso, Camus había sentido como caían sus lágrimas mientras su cuñado leía un poema que les había escrito especialmente para ellos...

Era hermoso, muy sentido, una conmovedora expresión del amor que Camus y Kanon se profesaban, pero también una declaración del amor que Milo y él mismo sentían por ellos...

Cuando hubo terminado, se habían fundido en un fuerte abrazo y no habían sido los únicos con lágrimas en los ojos...

Sin dudas, otro toque mágico, que atesoraría por siempre en su memoria y su corazón.

Seguían moviéndose juntos, besándose y cantando suavemente el final de la canción.

Camus hundió sus dedos en el suave cabello de Kanon

-Todos se han ido ya... sólo quedamos nosotros...

-Al fin solos?

Kanon lo miró pícaro aunque su mirada reflejaba pura ternura.

-¿Cansado amor?

Camus negó con la cabeza

-No, pero creo que es hora de ir a la cama...

Había sido más que maravilloso aquel día! Habían disfrutado y compartido su felicidad con la familia y sus amigos...

Pero la noche era sólo para ellos; era el momento de celebrar su amor en privado, con sus manos, sus labios... piel con piel...

Kanon pasó su mano por la espalda de su esposo y lo atrajo hacia sí, lamiendo el lóbulo de su oreja y dejando besos suaves a lo largo de su cuello.

-Tienes toda la razón-

Le dijo juguetón y lo comenzó a guiar puertas adentro, sin romper el abrazo ni dejar de besarlo.

Entre caricias y besos se fueron quitando la molesta ropa que ya no querían tener encima, sólo querían sentirse libres de todo lo que separase el contacto de una piel contra la otra...

El trayecto al dormitorio se hizo más largo de lo esperado pero al fin llegaron...

Ya desnudos y sonriendo dulcemente, Kanon tomó en brazos a Camus antes de abrir la puerta e ingresar al cuarto.

Camus quedó sin aliento al ver la habitación.

Pequeñas luces provenientes de un mar de velas, alumbraban el camino hacia la cama, un reflejo suave y tibio mostraba sus siluetas en la pared y la penumbra daba un ambiente increíblemente romántico y único para ellos...

Era mágico y el joven estaba cautivado.

-Kanon... tú... hiciste esto? para nosotros?

Susurró embelesado

-Mientras estabas afuera, Camie

Los ojos de Kanon brillaban a la luz de las velas

-quería tratar de hacer una noche especial para ti.

Las llamas seguían danzando y vislumbraron los ojos llenos de lágrimas de Camus...

Justo cuando creía que ya conocía todo sobre Kanon, este hombre increíble y dulce, hacía algo más para sorprenderlo y hechizarlo aún más si acaso era posible...

Era un gesto increíblemente romántico -como si ese día ya no hubiese sido el más especial en la vida de Camus...

-Me encanta... gracias!

El rostro del gemelo se iluminó con la más hermosa de las sonrisas.

-Es especial... por ti!

Murmuró Camus y besó la sonrisa de su amado; estaba seguro que de ser posible, él habría sido feliz con poder pasar su vida haciendo sólo eso, besando a "su" Kanon.

Guió a Kanon hasta la cama, entre besos y caricias, hasta que chocaron con ella y, empujándolo cayeron juntos encima, riendo, Camus sobre él, con los dedos entre sus cabellos y besando su cuello...

El mayor sólo lo dejaba hacer sonriendo, mientras el menor trazaba los músculos de su espalda hasta llegar a sus muslos, suspirando ante el roce de sus erecciones.

Los toques se hicieron más electrificantes, los cuerpos vivos en ardiente deseo, su respiración se entrecortaba ante los suaves labios que bebían de su cuerpo con mordidas, chupones que dejaban huellas, no sólo en la piel sino en el fuego que se encendía entre ellos.

Kanon miraba a su amado, perdido en la lujuriosa mirada, afiebrada en deseo pero también repleta de amor.

-Te necesito bebé... demasiado...

Bailarina particular (Private dancer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora