II

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-Henry, me voy.

-¿A qué te refieres?, apenas partimos de Londres y ya quieres volver, se que la aventura no congenia con tú personalidad de ermitaño pero es una completa traición a nuestra amistad que me dejes sólo en el viaje, lo siento pero no te lo permitiré. 

Su tono en broma, me hace ver lo poco confiado que esta de mi partida, supongo que a de pensar que es uno de mis momentos de mal humor, ojalá así fuera.

-Amigo mío, ¿te acuerdas cuándo me fuiste a visitar a la universidad?, esos días estaba muy enfermo, el agotamiento de años de trabajo y estudios por fin habían dado frutos.

De la nada las ganas de reír me invaden.

-Jajajaja tres años, ¡tres años de mi vida!, cuando los pude haber ocupado para otras cosas. Ginebra es un país hermoso, al que nunca pude visitar y ¿por qué?, por esa maldita obsesión jajajaja. Si me hubiera pasado las tardes, no se nadando en el rio como los demás estudiantes no estaría metido en este caos jajajaja, ¿te lo imaginas Henry?;  Victor Frankenstein el mejor nadador de Ginebra jajaja.

Mi amigo se queda atónito por mi comportamiento, pero sin parar de sonreír me dice.

-¿De qué estás hablando? lo que estudias te apasiona, desde niño leías libros de química, biología, etc, eres un chico de ciencias y no te ofendas pero si te metieras al mar te hundirías como roca, veo que estás pasando por un mal momento, pero eres listo de seguro lo solucionaras.

Las risas paran.

-No lo sabía.- Digo melancólico. - Te juro que no sabía, que ese mismo trabajo me traería tanta miseria. Te acuerdas ¿verdad?, esa noche me cuidaste y yo te conté la historia de mi creación, de porque no había contestado a tus cartas o las de mi familia. Sé que no me creíste ese día, pensabas que eran delirios de la fiebre, pero por favor, mírame, sabes que soy un mal mentiroso y la verdad siempre aparece en mi mirada, solo a ti te dire lo que pasó, tal vez seas la única persona en la tierra que no me tomará por loco.

La expresión de Henry fue cambiando mientras hablaba, inicio tranquilo con un ligero sonreír en los labios, ahora estaba tieso seguro le asustaron mis palabras.

El recuerdo de esa lúgubre noche de noviembre me hace temblar y con un tono de voz apenas audible le digo;

- Él monstruo es real, y voy a probártelo.

Caminamos a fueras del hotel, ninguno de los dos a hablado desde hace un tiempo, no estoy seguro si mi amigo me creé o está pensando en enviar una carta al manicomio.

La temperatura de primavera me ayuda a calmarme, cálida, es hermoso sentir como el sol calienta la tierra.

-Llegamos.- Le digo.

Nos encontramos a fuera de la iglesia. 

-Victor ¿qué hacemos aquí?.

-Shhh. Mira a las campanas, están a punto de sonar.

El sol se parte a la mitad en las colinas. 

Mi amigo se encuentra a mis espaldas, desesperado por no recibir una repuesta concreta de lo pasaba. 

Los pájaros se elevan y el bailar de las campanas inicia.

Oigo como Henry se tira al suelo mientras mira a la figura en el campanario, enorme, fea, la pesadilla de mis sueños. Su aparición no tarda en desvanecerse, le pedí que se dejara ver sólo este día en presencia de mi amigo, pero no podía arriesgarme a que otros lo vieran.

La piel de Henry pierde el tono moreno y se transforma a blanco pálido, aferrado a la tierra, no es capas ni de ponerse de pie, se arrastra de espaldas alejándose como puede de la casa de dios.

Frankenstein-LGBT-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora