III

670 54 22
                                    

Pasa medio mes hasta llegar al ultimo pueblo,de ahí tenemos que dejar la carroza y andar a caballo por la espensá masa verde de arboles. La entrada a mi carcel.

Las horas pasan y la falta de agua y comida secan la garganta.

-Bueno creo que es suficiente.- Dice el demonio quitándose la manta que cubre su rostro. Aun no me acostumbro a su fea figura y miro al suelo. -¿Tú qué crees esclavo?, ningún humano esta cerca ¿o si?, puedo quitarme esta odiosa tela y mostrarme. ¿Verdad?.

-Creo que si.

-Bájate del caballo y toma tus cosas, de ahora en adelante iras a pie.

No me dio tiempo ni de responder, un patada suya tira mis maletas al lodo obligándome a bajar.

-Me quedaría a ver tus vergüenzas, pero tengo mucho cansancio y quiero llegar lo mas rápido a nuestro destino. Te veo haya esclavo y ten cuidado con las bestias, si te encuentras con una te doy permiso de que les entregues un brazos, pero que no te maten. Te necesito con vida.

Veo como se aleja con ambos caballos.

Si ese viaje es de tres días en animal, caminando el doble, pero para mi un incompetente a cualquier actividad física, son mas de seis días.

Caminaba a un paso lento, entre el lodo, las ramas y las endemoniadas colinas, tube que dejar dos de mis maletas atrás. Todo el dinero que gastó Henry en ropa, desperdiciados, solo me quede con lo que considero más sentimental; fotos de mi familia, la chaqueta de mi padre y la ultima carta que recibí de Elizabeth, junto con un par de zapatos y poca ropa.

Nunca había considerado la naturaleza madre como algo a que temer, pero las noches sin estrellas y el siseo de las serpientes colgadas en los arboles hace imposible el descanso.

He leido mucho sobre como sobrevivir en estos lugares, pero yo no soy explorador o un cazador como mi padre, prefiero usar la mente al cuerpo. Gracias a mis conocimientos de herbolaria pude distinguir frutos y hongos comestibles. Y aun que no hubo ningún rio, las dos noches lluviosas calmaron mi sed.

Pasan los días hasta que veo la cerca negra de mi destino.

"Enorme." 

Henry fue muy modesto al decir la palabra "casa" para describir al castillo frente a mis ojos.

Arrastro mis pies a la entrada, tras la primera puerta noto una luz de fuego saliendo de ella, al abrirla, contemplo una gigantesca figura sentada al calor de la chimenea.

-Por fin llegaste.- Me dice.- Estaba empezando a creer que habías decidido  traicionarme e huir con tu gente.

Su voz me recuerda a los nobles de alto rango, tranquila y con un tono intimidante.

-La-la-lamento haberte echo esperar.

Me recorre con la mirada de pies a cabeza, para depues lanzarme un sonrisa.

-Tienes raspones por todo el cuerpo, la vida en la naturaleza es dura ¿verdad?, ahora puedes hacerte una ligera idea de lo que pase hace unos meses.

Me arden mis heridas, la suela de los zapatos están gastadas y las ampollas de mis pies apenas me dejan mantenerme de derecho. Camino a las habitaciones para dormirme. Según Henry  están subiendo las escaleras, lastima que no tengo un mapa del lugar de seguro voy a perderme.

-¿A dónde crees que vas?.

-A... des-cansar.

-¿De qué estas hablando?, tanto que te esperé, enséñame mi nuevo hogar, yo mismo escogeré tu aposento.

Sin poder negarme empezamos el recorrido por el jardín.

"Que hermoso."

Miro las flores que pintan el suelo como un arcoíris, de salto en salto intento no pisarlas, llegamos al granero y al no ver a los caballos le pregunto al monstruo;

Frankenstein-LGBT-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora