La piloto

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Halloween

Debería haber sido un vuelo rutinario.

El trayecto de Pittsburgh a Chicago era uno de los itinerarios más cortos de Clear-Blue Lines. En un reactor LearJet 60, el tiempo de viaje era inferior a una hora. Hacía un tiempo perfecto, el cielo parecía talmente el dibujo a cera de un niño: en un azul intenso, salpicado por unas pocas nubes blancas de algodón, sin una gota de humedad en el aire. Fresco, que no frío, era el día otoñal más espléndido que habían tenido ese año.

Los chicos de la torre de control estaban de buen humor, y el Lear, en perfecto estado de forma, era una delicia de maniobrar. Jade Thirlwall también se encontraba de buen humor, sobre todo porque aquél era uno de sus días favoritos: Halloween.

Por eso mismo debería haber sospechado que algo acabaría saliendo mal.

—¿Qué eso de que la señora Rush ha cancelado el viaje? —inquirió, ceñuda, mientras se pegaba el móvil a la oreja, al pie de la escalerilla del avión. Tuvo que taparse el otro oído para ahogar el ruido del aparato más cercano—. ¿Estás segura? Llevaba siglos diciendo que quería hacer ese viaje.—

—Lo siento, chica, este mes tendrás que prescindir de tu viaje con las millonarias —dijo Danielle Peazer, el alma mater de Clear-Blue. La mujer, de mediana edad, hacía de todo en la compañía: desde programar citas y hacer reservas hasta mantener el sitio web de la empresa. Danielle era tan buena discutiendo con los mandamases del aeropuerto como asegurándose que el tío Frank, el fundador de la pequeña línea aérea, tomara su medicación diaria contra el colesterol.

En suma, era Danielle quien llevaba la empresa, de manera que lo único que tenían que hacer Jade y su tío Frank, actualmente socios de la compañía al sesenta y cuarenta por ciento respectivamente, era volar. Lo cual les venía de perlas.

—La señora Rush me dijo que una de sus amigas tenía gripe y que no quería marcharse por si ella también ella la hubiera pillado.—

—Oh, vaya —masculló Jade, lamentando de veras la noticia. Porque había tenido verdaderas ganas de volver a ver a aquel divertido grupo de ancianas estrambóticas. La señora Rush, viuda heredera de una vasta fortuna era una de sus clientes habituales.

La millonaria y sus amigas, que oscilaban entre los cincuenta y los ochenta años, se marchaban de viaje de fin de semana cada dos meses. Siempre reclamaban a Jade como piloto, ya que prácticamente la habían adoptado en el grupo. Habían volado a Las Vegas para jugar en los casinos. Y a Reno para jugar en los casinos también. Y al Caribe con el mismo objetivo. Con unos cuantos balnearios como destinos intermedios.

Jade no tenía idea de lo que el grupo había planeado hacer en Chicago para Halloween, pero estaba segura de que habría sido algo muy divertido.

—Me pidió que te dijera que lo lamentaba. Y que ya se inventará un viaje dentro de unas semanas para compensarte.—

—No bromeaba, claro.—

—Claro que no. Ya sabes lo poco que duran los billetes en su cartera.— le dijo Danielle divertida.

Una observación exacta. Desde que perdió a su marido, aquella mujer parecía haberse consagrado a la tarea de gastar su fortuna con la mayor rapidez posible. El señor Rush no había vivido lo suficiente para disfrutar de los bien ganados frutos de sus esfuerzos, así que, en su recuerdo, la viuda pretendía gozarlos al máximo. Cero remordimientos: ése era su lema.

La señora Rush no tenía nada que ver con ninguna otra persona que hubiera conocido y menos con su familia. Era de Stubing, Ohio, y simbolizaba a la típica mentalidad estrecha, provinciana, de gente sacrificada y sufridora. Y que por eso mismo nunca había podido hacer carrera para ella.

Paraíso al Descubierto || Jerrie +18✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora