Nochevieja

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Pasaron la semana entera de navidades en Las Vegas. Y, durante todo ese tiempo, después de aquella primera noche que tan cara estuvo a punto de costarles, se dejaron de disfraces y juegos. Fueron simplemente Perrie y Jade, apurando cada minuto que les quedaba de estar juntas.

Jugaron en los casinos, presenciaron algunos espectáculos, pasearon e hicieron compras. Incluso fueron al cine, una actividad que hacía tiempo que ninguna de las dos hacía. Y, finalmente, hablaron.

—¿Segura que no querías quedarte en la fiesta? —le preguntó Jade cuando volvían a la habitación del hotel a las once y media del último día del año.

—Me llevan sonando los oídos toda la semana por culpa de las máquinas tragamonedas. Añade a eso unos cuantos miles de voces cantando Feliz Año Nuevo y me quedare sorda —antes de abrir la puerta, la atrajo hacia sí y la beso en una mejilla—. En otras palabras: no. Prefiero celebrar el año nuevo tranquilamente contigo.—

Aunque no la había visto beber mucho, Jade había disfrutado del par de copas de champán que se había tomado en la fiesta del hotel. Y si bien no estaba bebida, sí que parecía ligeramente achispada. Le brillaban los ojos y su sonrisa era aún más luminosa que de costumbre. Nada más entrar en la habitación, se descalzó rápidamente y se puso a girar sobre sí misma con los brazos abiertos.

Estaba adorable: joven, despreocupada, feliz. La falda de su vestido negro se arremolinaba en torno a sus piernas desnudas.

—Me encanta la Nochevieja —le confesó cuando dejó de girar.

Perrie nunca había entendido el atractivo de la Nochevieja. Su padre solía llamarla la noche de los incautos: la noche en la que la gente normalmente inteligente y racional bebía demasiado y luego conducía el coche. Dadas las características de su trabajo, los Edwards sabían mucho sobre ello. Por eso siempre pasaban la Nochevieja en casa.

—Tengo la impresión de que ésta no es una fiesta muy apreciada en tu casa —dijo con tono cuidadoso, como siempre que sacaba el tema de su familia.

Jade soltó una carcajada.

—¿Estás de broma? ¡La odian! —frunció el ceño y paso voz de bajo—. Estas vacaciones son sólo una excusa para cometer indecencias e inmoralidades. No pienso consentir que ninguna hija mía participe en borracheras públicas y demás francachelas...—

Por fuerza aquella imitación tenía que ser de su padre, aunque, sinceramente, Perrie era incapaz imaginarse a Jade criándose en una familia como aquélla.

—Supongo que tu padre no era precisamente Míster Cariñoso.—

—No creo que él conozca el significado de «cariñoso» —resopló Jade—. Pero el papel de padre de familia siempre lo ha desempeñado muy bien. Tuvo a raya a mi madre desde el mismo día en que le propuso matrimonio —de repente soltó un bostezo, como si estuviera hablando del tema más aburrido del mundo—. Y supongo que tantos años de convivencia con él la han afectado a ella. Porque mi madre es igual de fría que él.—

Perrie desvió la mirada para que ella no pudiera ver el súbito brillo de compasión, y también de furia, que ardió en sus ojos. No había habido asomo alguno de malicia en el comentario de Jade. No era una chica adulta culpando a sus padres de algún imaginario agravio. Ni siquiera parecía resentida. Simplemente aceptaba la frigidez emocional de sus padres como un hecho y continuaba adelante con su propia vida.

¿Cuánto de aquella frigidez emocional había absorbido a ella de manera inconsciente? ¿Hasta qué punto había afectado a su propia vida, a sus decisiones, a la fachada que presentaba al mundo? Viéndola como la estaba viendo en aquel momento, escuchando las verdades que había intentado esconderle desde un principio, la entendía mucho mejor... y le gustaba aún más precisamente por ello. Aunque sabía que probablemente rechazaría cualquier consuelo que intentara ofrecerle.

Procuró ahuyentar aquellos pensamientos, así como el desagradable asunto de lo que sus padres le habían dado o no durante su infancia. Para ello, decidió cambiar de tema.

—¿Cuándo te convertiste entonces en una adepta a la Nochevieja?— Jade se dejó caer en el borde de la cama.

—En la universidad. Mi novio de primero de carrera me llevó a mi primera fiesta de Nochevieja y me dejé contagiar por la alegría y el buen humor de los demás.— Perrie disimuló el interés que le había suscitado el uso de la palabra «novio». —Me encantó todo: los buenos propósitos del año nuevo, la sensación de comenzar otra vez de cero... Y de repente lo vi como una oportunidad de hacer balance, de analizar lo que había ido mal en el viejo año para tomar nuevas decisiones y enmendarlo en el nuevo.—

Interesante. Perrie no pudo evitar preguntarse por el balance que habría hecho del último año y por sus planes para el siguiente. Pero se cuidó muy bien de formular la pregunta. Se quitó la chaqueta que escondía el escotazo de su vestido y la hizo a un lado antes de sentarse en una silla frente a la cama, mirándola.

—¿Qué nueva decisión tomaste aquel primer año?—

—Dejar a mi novio.—


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Paraíso al Descubierto || Jerrie +18✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora