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We were never meant to take it this far
Didn't mean to get caught up
No one was supposed to get hurt
It could have been easy

Cruel Intentions - Chløë Black


           

Rina no recordaba mucho de su vida antes del Cuarto Rojo.

En su memoria solo figuraba el día en que la fueron a buscar al orfanato. ¿Padres enseñándole caminar, escribir y hablar? No. ¿Hermanos o hermanas con los cuales jugar? Nada.
Podrían muy bien nunca haber ni existido. Si le hubiesen dicho que un día se partió la tierra y ella salió gateando del agujero, probablemente se lo hubiera creído sin problemas.

Pero Rina era una niña inteligente, y mientras el resto de las niñas lloraban por sus familias días y noches enteras, ella permanecía atrás, en silencio, observándolo todo.
No tardó en entender las dos reglas básicas no escritas del Cuarto Rojo. Regla número uno: no llamar la atención. Regla número dos: seguir órdenes.
Así Rina rápidamente aprendió que si no sabía el nombre de las otras niñas, el dolor de verlas desaparecer se hacía más llevadero. Aprendió que por más silencioso que uno llorara por las noches, ellos siempre de alguna forma sabían. Aprendió a enmascarar su emociones de tal manera que hasta dormida su rostro no dejaba entrever sentimiento alguno. Aprendió que para mantenerse con vida había que de vez en cuando captar la atención de alguno de los subordinados de menor rango, pero también perderla rápidamente.
"Calladita te ves más bonita" en el Cuarto Rojo se traducía a "Calladita sobrevives la noche".

Así Rina pasó de ser una simple niña a ser una mujer en cuestión de pocos años.

Pasó el tiempo, y mientras el cuerpo y mente de Rina maduraba, los entrenamientos también crecían en dificultad, y con los años, seguir esas primeras, simples, reglas se hacía más y más difícil.
¿Cómo podía quedarse callada cuando bebes eran traídos y masacrados día a día? ¿Cuando sus ordenes eran asesinar a sangre fría a otra de sus compañeras?
Había algo dentro de Rina que no importaba cuanto tiempo pasara, se mantenía intacto, una chispa de rebeldía que a los 5 años la había mentido en líos con la jefa del orfanato, y que aún estaba allí – dormida pero latente. Y mientras por fuera permanecía inamovible, por dentro poco a poco esa chispa volvía a encenderse.

La primera vez que se dio cuenta de que esa "chispa" en su interior iba a matarla, Rina tenía 15 años.
Irina, la única niña con la que había tenido un contacto positivo repetido durante los años en el Cuarto Rojo, estaba siendo castigada. En el ring frente a toda la clase, Irina peleaba con Yelena, una chica unos cinco años mayor. Pero "pelear" era una palabra muy fuerte para lo que de verdad estaba pasando, quizás "aniquilar" o "masacrar" eran mejores descriptores. Irina ya ni siquiera se levantaba. No podía, su tobillo y probablemente alguno de sus dedos estaban rotos, lo único que sí podía hacer era cubrirse la cabeza como mejor pudiese con ambos hombros dislocados.
Irina iba a morir.
Rina lo sabía. Sus otras compañeras lo sabían. Yelena lo sabía. Pero no podían hacer nada, porque
Madam Duscha todavía no había dado la orden de parar. Ni la daría.
¿Y todo porqué? Por que la niña había sido descubierta llevándose un pedazo de pan de la cena a la cama.

Finalmente, con un último golpe a la cabeza, Irina dejó de respirar, y la única persona en ese endemoniado lugar que aún le sonreía, murió.
En ese momento, esa bendita "chispa" dentro de Rina se encendió con furia y en pocos segundos se trasformó en una lumbre.
No enojo, no. Porque hay una gran diferencia entre enojo y furia. Enojo es suficiente para llevar a alguien a la locura, Pero furia vuelve a las personas psicóticas.
Y en ese momento, Rina ardía de tal manera que antes de que se diera cuenta, ya se estaba levantando de su lugar.

Madam Duscha estaba del otro lado del ring, parada e inmóvil con rostro inexpresivo, poco más que una estatua en un museo. Rina no tenía ningún plan, ninguna idea concreta de lo que iba a hacer una vez que llegara allí, pero Irina estaba muerta en un charco de su propia sangre y Rina ardía ardía ardía de furia.
Nunca sabría lo que hubiera hecho, sin embargo, porque antes de que pudiera dar siquiera un paso, alguien se interpuso.
Rina giró su cabeza rápidamente a su lado y allí estaba Anya, una mano agarrada con fuerza a su codo. Estaba a punto de gritar, de demandar que la soltara, pero la mirada en esos ojos azules la detuvo. Porque había algo allí que no estaba intentando detenerla, al menos no del todo, Rina pudo leer en sus ojos todavía no.

Era la primera vez que las dos niñas hacían algo más que cruzar miradas desinteresadas, pero en ese momento se creó un vínculo que las mantendría con vida a ambas hasta el fin, cuando Rina, muriendo en las frías arenas del desierto por la noche, sonrió por primera vez en mucho tiempo, sabiendo que los días de Madam Duscha estaban contados.

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The Sound of Silence ✖️ Avengers [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora