Capítulo 23

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Jaime y Romel se encontraban almorzando en el local de Doña Carmen. Habían decidido que comerian ahí y platicarian tranquilos

La señora se había alegrado mucho en el momento en que Romel se le acercó. Ella lo apreciaba tanto y el haber pasado tanto tiempo sin verlo le había provocado cierta tristeza. Ahora que lo tenía cerca lo iba a mimar cuanto fuera posible. Ella no sabía cuando sería la última que lo vería

Ambos chicos acabaron con su almuerzo y mientras estaban sentados sabían que era la hora de la verdad

-Bien- empezó Jaime -Esto me resulta un tanto complicado de decir. Yo no se como lo tomes pero necesito que lo sepas- el menor parecía muy nervioso y asustado

-Oye, tranquilo- Romel le había colocado una mano en el hombro a Jaime para calmarlo -Yo no soy nadie para juzgar, ¿de acuerdo?- el menor asintió

Le resultaba difícil pronunciar algo. Romel podía notar en la mirada del chico que tenía miedo. Mucho miedo, aunque lo bueno era que todo, luego de esa confesión, podía tener remedio

Jaime se preparó para poder hablar

-Siempre me preguntaste acerca de los moretes, ¿verdad?- Romel asintió -Pues esos moretes eran provocados por una persona mala- Jaime parecía perdido viendo hacia la nada

Romel no dijo nada, quería que Jaime continuara para poder ayudarlo. Se lograba ver lo que al pequeño le costaba

-Y esa persona me hacia más cosas- Jaime tenía los ojos vidriosos. Eso tenía que ser algo realmente grave -Me....me...- había empezado a sollozar sobre sus propias manos

-Oye, oye, esta bien. No tienes por que cubrirte, llorar está bien- Romel había cambiado acerca de ese concepto y gracias a Walter sabía que los hombres también lloraban

Jaime se limpiaba las lágrimas que tenía en la mejilla mientras observaba detenidamente a Romel. Él estaba demasiado cerca para apoyarlo y asegurarle que todo iba a estar bien

-Cuando me trajeron de Honduras fue por un propósito. No era simplemente por el trabajo de Don Fidel- tartamudeaba un poco debido a que seguía llorado -Él.....él.....es malo, Romel

Romel sólo escuchaba con atención todo lo que el menor decía. Se sorprendía que en la conversación saliera su tío. Acaso era él el que le hacia daño a Jaime. Pero a pesar de sus dudas decidió no preguntar y siguió escuchando

-Me llevó a una vieja cabaña subiendo la colina. Ahí me dijo que me quedará. Yo le pregunté cual iba a ser mi trabajo y él simplemente me pidió que me quitará los pantalones- y volvía a llorar. Jaime lloraba más -Me dijo que lo hiciera y me recostara en una cochina cama que tenía ahí. Luego él me.....me hizo cosas feas- ahora el menor sollozaba y Romel estaba sorprendido. Como era posible que una persona pudiera hacer eso. Y más tratándose de Fidel, su tío. No es que lo conociera desde siempre, pero era extraño ya que Fidel se portaba como un señor de sociedad. No tenía tiempo para cuestionarse, debía apoyar y consolar a Jaime. Lo tomó por los hombros y lo abrazó mientras el chico aún lloraba

-Él me hacia todo eso y cuando no me dejaba o me negaba, él me golpeaba con su cinturón. Yo no podía decir nada, no tenía apoyo en este lugar. ¿Quién le iba a creer a un mocoso huérfano?- Jaime seguía llorando pero más calmadamente

-Yo.....Yo te iba a creer- habló Romel dándole todo el apoyo necesario -Se lo que se siente que seas un huérfano abandonado y por eso debiste haber confiado en mí

-Y que es exactamente lo que íbamos a hacer- Jaime se separó del abrazo para poder verlo a los ojos -Nadie iba hacerlo. No tenemos como defendernos en este pueblo

Romel se quedó callado. Sabía que lo que decía Jaime era cierto. En ese pueblo basura no valía la opinión de niños sin familia, de personas sin estatus social alto, borrachos, trabajadores honrados. Nada, ellos no valían nada

-Pero sabes, dejó de hacerme esas cochinadas desde hace un tiempo. Simplemete me dejo ir, ya no vivo en esa colina. Todo cambió desde que Mariela llegó. Ella es buena, siempre fue buena conmigo, nunca me maltrató- Ahora estaba más calmado y podía hablar tranquilo. Romel sólo lo escuchaba -A veces creo que gracias a ella Fidel se largó

-¿Que? Como que se largó- Romel interrumpió. No sabía que Fidel ya no vivía más en el pueblo

-Si, él un día llegó a la Fune luego de sus 'vacaciones' y se encerró en el despacho con Mariela. Luego salió muy furioso y no regresó. No lo volví a ver

Ambos se quedaron en silencio, ninguno hablaba. No había nada que decir. Jaime se había desahogado y Romel lo había escuchado, pero simplemente no sabía que decirle al respecto

-Y....¿como estas ahora?- preguntó Romel luego de un momento en silencio

-Ahora ya me siento bien. Necesitaba hablar con alguien, alguien de confianza.....Gracias por escucharme- Jaime le tomó la mano a Romel para demostrarle su agradecimiento

-No hay de que, ya sabes que somos amigos- ambos chicos sonrieron. Jaime aún tenía los ojos rojos e hinchados pero ya se sentía mejor. Romel se sentía satisfecho. Había querido ayudar a Jaime desde hace tiempo y ahora que conocía la razón, podía comprenderlo. Todas las personas tienen problemas, visibles o no visibles. Todas las enfrentan de diferente manera y ellos lo habían hecho. Ya no tenían problemas. No por el momento

Luego de un rato y de haberse despedido de Doña Carmen, salieron del local y se dirigieron a las afueras del pueblo. El camino a casa donde cada uno vivía estaba por la misma ruta. Jaime vivía mucho más antes de llegar a la casa de Romel, estaba cerca del pueblo así que ya no tardaban en llegar

-¿Y con quien vives?- preguntó Romel

-Ahí en la casa o más bien vecindad, esta una señora que me vio una noche en el pueblo. Yo acababa de salirme de la casa en la colina y no tenía a donde ir. Caundo ella me vió, me preguntó que por que estaba ahí y que tenía y eso- los dos estaban parados frente al callejón que se dirigía a la casa donde residía Jaime. Era grande y bonita o así se veía, la distancia en la que se encontraban no les ayudaba a visualizarla bien -Cuando le conté que no tenía a donde ir, ella me ofreció vivir aquí, así que acepté y estoy viviendo bien gracias a ella

-Que me alegro por ti, siempre espere que estuvieras bien contigo mismo. Ahora me puedo ir a dormir tranquilo- Los chicos se rieron y se despidieron con una abrazo y Romel siguió su camino

-¡Oye!- gritó Jaime -Gracias por todo- le dijo cuando Romel volteó a verlo

-Gracias a ti- regresó Romel y tomó su camino de vuelta

Aún estaba temprano, el sol aún no se ponía pero ya era hora de regresar a casa. Debía contarle a su padre como le había ido y como las cosas podían ir mejor. Como ahora que sabía cierto secreto de Jaime podía estar más cercano al menor ya que había confianza. Todo estaba marchando bien, extrañamente demasiado bien

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-Keiry

Romel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora