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Jimin suspiró con cansancio, caminando de regreso a la habitación de su humano con un gesto vacío en su rostro. Agh, ¿los humanos eran siempre tan complicados? ¿O era el suyo, en particular, el que era así de insoportable?

De pronto pisó algo que le hizo doler en exceso, haciéndolo comenzar a saltar en un pie. Acababa de pisar... ¿Un cinturón? ¿A éso se le llama un cinturón? ¿¡Por qué este sujeto tiene toda la ropa tirada!? Miró el techo, miró el aire acondicionado, el escritorio lleno de papeles, el armario con las puertas abiertas de par en par y dentro de éste la ropa hecha un bollo. Frunció el ceño, este hombre verdaderamente necesitaba una lección de orden.

Sin embargo, no pudo evitar admirar la habitación, por más desordenada que ésta estuviese, pero se sentía en el mundo real. Nada de nubes blancas perfectas, nada de cielos brillantes que parecían el mismísimo paraíso. El mundo real era más crudo, más oscuro, pero más lleno. Lleno de gente rica en sentimientos y pensamientos, llena de personas interesantes. Le encantaría conocer a todos los distintos tipos de personalidades que han de haber en este lugar.

Más en ese momento, la única persona a la que aparentemente podía hablar, era aquel chico rubio. Pero él estaba en su trabajo, y lo único que podía hacer en este instante, era esperar a que volviese. Pensó, que su tiempo era igual al del mundo humano, porque todo lo que el estuviese en el trabajo, serían horas en las que no hiciera nada.

Una idea cruzó su mente, y pensó que tal vez así, su humano se pondría feliz. Desde que había llegado, sólo había mantenido un gesto estresado y serio, por lo que le gustaría conocer su sonrisa. Le intriga saber cómo es su sonrisa. 

Y así comenzó, poco a poco, a ordenar el cuarto de Yoongi, a mover sus prendas, a ver cuáles estaban para lavar, a doblarlas. Hizo su cama, limpió su escritorio, pasó un trapo en sus ventanas, hasta tiró perfume para que oliera bien. Cuando nada le quedó por hacer, decidió limpiar el resto de la casa, al fin y al cabo, si bien limpiar no era de las cosas que más le gustaban, ¿qué otra cosa podía hacer? Además, el pensar en la sonrisa de su humano era más que suficiente para tener ganas de limpiar.

Pasaron cuatro duras horas en las que Jimin limpió toda la casa, inclusive hasta trató de limpiar el cuarto del compañero de piso de su humano, pero éste estaba impecable, por lo que se fue rápidamente y sólo tiró un poco de perfume. Al terminar, decidió recostarse en la cama de su humano y esperar por su llegada. Nunca imaginó que se quedaría dormido por lo exhausto que estaba.

Ni mucho menos, que despertaría y sólo vería el rostro todavía más irritado de Min Yoongi.

—¡¿Qué hiciste?! —gritó, observando todo su cuarto, hurgando entre sus ropas, ahora, ordenadas. 

—¿Te gusta? —preguntó con inocencia—. Me tomó unas largas cuatro o cinco horas, pero creo que el resultado es espectacular —sonrió de manera amplia.

—¿Quién te dio el derecho de tocar mis cosas, demonio? —replicó, haciendo una pausa entre cada palabra para hacerse sonar más enojado aún—. Vuelve todo a como estaba —ordenó.

—¿Qué? Por supuesto que no lo haré —se cruzó de brazos—. En tu cuarto ni siquiera se podía caminar por todo lo que tenías tirado, tienes que agradecerme.

—He dicho que vuelvas todo a su lugar, maldita sea. Este lugar apesta a limpieza.

—¿No es eso algo bonito?

—No lo es, niño de mierda, no lo es. Que sea la primera y la última vez que tocas mis cosas sin mi permiso, ahora, ordena todo esto.

—¿Ordenar? Pero si ya está todo ordenado...

Como todas las noches [PJM+MYG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora